23 mayo, 2006

Homenaje a un Maestro


En mi experiencia como Periodista he tenido la oportunidad de entrevistar a muchas figuras del arte en mi ciudad, entre los cuales recuerdo con gran afecto al humorista Julián Rodríguez y a los diferentes directores de teatro de las distintas salas de la “sucursal del cielo”. Sin embargo uno de ellos dejó una huella en mí y fue el maestro Enrique Buenaventura, que por cierto lo invité a uno de los programas de la cadena Todelar en que laboraba yo por aquel entonces.

Junto a Fernando Franco García, una institución de la radio en Cali, tuvimos la fortuna de compartir una hora en cabina junto a ese mágico personaje que sólo atinaba a pronunciar sabias palabras terminando siempre sus frases con una sonrisa pícara, como si dentro de su obesa figura habitara un niño travieso que se burlaba de sus interlocutores. Todo transcurrió en una conversación fluida como de amigos que se conocen desde la infancia, así que cuando la entrevista culminó, yo lo acompañé a que tomara un taxi. A los quince días me lo volví a encontrar en un evento cinematográfico, donde me contó que se iba con el grupo gracias a una invitación que recibió de las Islas Canarias.

Lo que nunca me imaginé es que esa fuera la última vez que lo viera con vida, porque al regresar del viaje su salud comenzó a desquebrajarse, hasta permanecer hospitalizado durante tres meses que desencadenaron en su muerte, un treinta y uno de diciembre.

Actualmente sus restos se encuentran reposando bajo un árbol de mango, en el Teatro Experimental de Cali.

Todo esto se viene a mi mente porque en una charla que dicté hace poco en el Centro Cultural de Terrón Colorado, uno de los asistentes, me preguntó cual de los personajes que he entrevistado recordaba más, y yo le respondí que la del maestro y la imagen que mejor guardo es cuando en su partida con una sonrisa entre sus labios expresó: “Nadie me quita lo bailao”.

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