18 mayo, 2006

CAMBIO DE VUELTAS



Eran eso de las ocho de la mañana cuando el despertador sonó, mi cerebro le inyectaba órdenes a este inerte cuerpo que se encontraba postrado en el lecho invadido por uno de los siete pecados capitales. Traté de incorporarme realizando esfuerzos sobrehumanos, que desencadenaron en un estiramiento de falanges que proporcionaron un concierto de diferentes ¡Craks! al unísono, consecuencia de una vida dedicada a la contemplación.

Después del ritual matutino entre la ducha, el desayuno y la elección de la ropa para iniciar la jornada laboral, me dispongo a tomar el transporte que me desplace por toda la ciudad para dictar clases de análisis del film, redacción de guión cinematográfico, entre otras variantes del séptimo arte en una universidad estrato siete donde la mayoría de los estudiantes sólo van a hacer acto de presencia para suplir los caprichos de sus padres, que su hijo tenga un titulo universitario.


En el paradero se siente un ambiente gélido debido al invierno que azota por estos días a esta región del trópico, a unos cuantos metros alcanzo a vislumbrar a un Blanco y Negro ruta uno que se acerca con cautela como tiburón a su presa, desenfundo mi dedo índice para indicarle mi decisión de abordarlo, subo lentamente las pequeñas gradas para posteriormente atravesar la registradora y a la vez que cancelo el valor del servicio voy observando un lugar cómodo donde pueda disfrutar del largo trayecto. Camino unos cuantos pasos y me siento en un puesto solitario que me da la oportunidad de mirar por la ventanilla el movimiento de la urbe.


Mi vista se distrae observando a un vendedor de frutas, que entre pregones recorre su “cítrica vida” expresando los sinsabores de su existir. Por un instante decido cambiar la mirada al interior del vehículo y me percato que una hermosa joven de ojos color mar caribe, cabello rubio ensortijado y una imagen de diva que se escondía bajo un buzo a rayas que le quedaba ceñido a su abultado busto acompañado de un Jean ajustado que enseñaba unas torneadas piernas, resultado a mi parecer de eternas horas en el gimnasio que dejaron en mí una sensación de amor a primera vista.


La chica hizo un pequeño paneo, después se fue desplazando lentamente de una manera dubitativa, hasta llegar al sitio donde me encontraba, dirigí la mirada hacia la ventanilla de nuevo para no generar sospecha de la ansiedad que sentía porque ella se sentara a mi lado, después de pensarlo por unos segundos desitió de su búsqueda.

Ella, la mujer de mi vida, la madre de mis hijos, estaba allí, ubicada a sólo un metro de mi robusta figura, sin ni siquiera saber su nombre, incitando los senderos del destino. Mis pupilas recorrían con esfuerzo, cada rincón de su ser, hostigando el misterioso territorio de su sexo.

Mis manos sudorosas reflejaban un estado de tensión tan diáfano que opté por internarlas en los inhóspitos tugurios de mi pantalón. Ahora lo que venía era el reto de pronunciar un interrogatorio directo y a la vez sutil. ¿Estudias o trabajas?, ¿Vives sola o con tus padres?, ¿Cómo te llamas?, tratando de internarme poco a poco en los más oscuros recovecos de su intimidad.

Cada vez que intentaba musitar palabra mi corazón se agitaba en un diástole y sístole agobiante, sentía como si la voz se despidiera para dejar en mi garganta un espacio vacío y a la vez una excitación de mis esfínteres que podrían echar todo a perder.

Con el pretexto de disiparme un poco me digné a hurgar por la ventanilla con el objetivo de encontrar algún personaje anónimo que me inspirase para complacer a mi amada.

De repente mi subconsciente detectó un poema del poeta uruguayo, Mario Benedetti titulado “Táctica y Estrategia “ que dice así:
“Mi táctica es mirarte aprender como sos quererte como sos
Mi táctica es hablarte y escucharte y construir con palabras un puente indestructible
Mi táctica es quedarme en tu recuerdo no se como, ni se con qué pretexto pero quedarme en vos
Mi táctica es ser franco y saber que sos franca y que no nos vendamos simulacros para que entre los dos no haya telón ni abismos
Mi estrategia es en cambio más profunda y más simple mi estrategia es que un día cualquiera no se como, ni se con qué pretexto por fín me necesites.”
Cuando ya estaba dispuesto a tomar el mundo entre mis manos, decidido a entregar el todo por el todo, mi mirada vuelve en su búsqueda y me entero de su ausencia. Opto por indagar al pasajero del puesto contiguo a la puerta trasera, pero no me ofrece ninguna pista. Toco el timbre y el bus me deja a unas cuantas cuadras de un Centro Comercial.
Recorro palmo a palmo cada calle, cada rincón del sector, desovando gota a gota un sudor aceitoso en mi camisa a la vez que veo mi felicidad deshacerse como el agua entre los dedos. Renuevo mi rumbo al apartamento, ese día no fui a trabajar dando una insulsa disculpa a los directivos, sólo me queda su imagen impregnada en mi memoria como un tatuaje en mi piel.
Sólo eso me queda, sólo eso.

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