17 enero, 2013

MARUCHO (CAPÍTULO II)




Cada vez que me miraba  al  espejo, observaba como mi prominente  abdomen y mi baja estatura, pudieran espantar a  aquella muchacha de pechos esponjosos. Sabía que la estrategia  tenía que  ser  agresiva, de lo contrario  perdería mi única  oportunidad. 

Intenté con buscar  chistes  en  la red. Pero para  serles  sincero no tengo gracia para  contarlos. Sin embargo para salir  de la duda, experimenté con mi sobrina, una  adolescente de  quince  años, a quien no le  saqué ni siquiera  una sonrisa. Así que le pedí ayuda. Ella  me recomendó que utilizara mi talento para  la escritura y así construir  un poema. Que ese detalle acompañado de unas chocolatinas, la  dejaría  "matada". 

 Mi sobrina  tuvo razón, casi la "mato": era  diabética. Pero no todo tuvo un final trágico. El poema, junto con un ramo de  rosas,  dio  resultado. Al final ella  accedió  a  salir  conmigo a  comer ese  fin de  semana. 

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