28 enero, 2013

LA MENTE DE UN ESCRITOR.



En la  cabeza de un escritor siempre se están maquinando historias. Supongo que como en la de un músico cada  sonido de la naturaleza se convierte después en melodía.  Para mí las personas que  conozco, sus dichos, el tono sarcástico con que dicen lo que  realmente quieren  comunicar, las frases  fuera de  contexto o de   cierta manera situaciones absurdas de la cotidianidad se  convierten en el caldo de  cultivo para  narrar. 

Después se desencadenan un sinnúmero de aspectos que uno  almacena en la mente como son: las  lecturas, las  películas, los cuadros, las fotografías y las obras de  teatro que  sirven  como referentes para afianzarse en el  proceso creativo. Pero jamás alcanzarán el nivel emocional que logra una experiencia  vivida . 

Sin embargo no quiero decir con esto que para escribir  una  novela de asesinatos en  serie, deba  yo matar a  alguien para expresar  mejor esa sensación. Aunque tampoco se trata de  describir tal cual los hechos  ocurrieron, así se trate de la crónica que aunque se base en hechos reales debe existir la recreación  de los  sucesos. 

Para mí, que tengo tan mala memoria, y que suelo ser  despistado, al  narrar  una  anécdota del pasado suelo incurrir más en la ficción que en el realidad. De ahí que si antes pensaba  que la pared de tal casa era de color rojo, con los años puede transformarse en  rosado, como si la intemperie calara  también en  los recuerdos.

Ahora, para no salirme de la línea que me he planteado. ¿A quién no le han  montado cachos? y la mejor manera de vengarse es escribiendo un cuento o por qué no una  novela. O aquellos autores que padecieron los campos de concentración  y que utilizaron  el lenguaje no solo como un  testimonio sino como terapia. 

De todas  maneras eso no garantiza que por más apasionado que parezca el relato esté  bien narrado, de ahí que el autor tenga que recurrir a las técnicas  para aprovechar esa anécdota  y convertirla en un texto apasionante y de interés para una buena cantidad de lectores. O peor aún que el autor quiera  calcar un acontecimiento de su vida a los lineamientos de la fantasía sin depurar, perdiendo verosimilitud.  Y la peor respuesta que  podría dar sería: 
" pero como no va  a ser creíble si eso me ocurrió".

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