01 junio, 2007

"Un dulce olor a muerte"


Como el título de la novela y de la película del mexicano Guillermo Arriaga,( el mismo guionista de Amores Perros, 21 gramos y Babel) en la madrugada de hoy tuve por poco la presencia de esa imagen huesuda esperando por mí. Debido a unas copas de vino que bebí antes de dormir, mi organismo generó una acidez estomacal que me obligó a levantarme de un tirón al baño contiguo a mi cuarto.

Mi estado somnolente acompañado del desorden en mi habitación propiciaron que tropezara al parecer con uno de los zapatos de los cuales me había despojado esa misma noche, lo que vino después fue una caída contra un asiento que me propinó un prominente golpe en la nuca, que me dejó sin aliento por unos segundos.

Esta mañana al levantarme tocaba cada rincón de mi cuerpo, porque en las películas muestran como los personajes creeen que están vivos y no se han percatado que ya están del otro lado. La secuela es un fuerte dolor en la espalda y por consiguiente es reafirmarme que para morirse sólo hay que estar vivo.

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