10 agosto, 2012

QUEREMOS ROOOOOCK




“ Yo salía menos a la Sexta. Leopoldo no hacía otra cosa que presentarme amigos fascinantes. LLegaban de USA y les hacíamos grandes rumbas. Oíamos música las 24 horas , porque uno con la cocaína no duerme. Acumulé una cultura impresionante. Que no me vengan a decir que Brian Jones murió de irresponsabilidad o flojera; ni siquiera de amor en vano. Las cosas no se dan así como así. Murió fue de desencanto. El fue el que los unió a todos, el que primero leyó música, el que les enseñó, el más fotogénico, el que se le medía a todos los instrumentos raros: cítara, arpa, marimbas, toda clase de cuerdas y de cobres, mellotrón, violoncello, mientras la lacra del Keith Richard no se concentraba sino en el “ chacachaca”. Quería cantar él, monito bello. El que no lo dejó fue el Jagger, que siempre fue exhibicionista. Luego vino la imposibilidad de escribir para que un usurpador cantara, y el trabajo fuerte, tanto concierto que es lo que más moneda da, tener en cuenta que el Jagger hizo dos años de economía, y el peor golpe: una noche Keith Richard se encargó de Anita Pallenberg, la pelada de Brian, a la que más quiso, usted la ve, de mirada como de burletas, dientes grandes, yo no sé que le vio de bueno al Richard con su diente cariado, hay mujeres que son muy brutas”.

Con este fragmento de la novela “ Que Viva la Música” de Andrés Caicedo quiero arrancar la propuesta acerca del rock que inicié desde ayer en este blog.

La relación que existe entre música y droga es muy estrecha, la investigadora Rossana Reguillo lo explica de una mejor manera en su ensayo EL LUGAR DESDE LAS MÁRGENES. MÚSICAS E IDENTIDADES JUVENILES: “ La relación que guarda el “éxtasis” con el movimiento electrónico no es casual, ni producto tampoco del azar que las drogas que frecuentan los jóvenes raztecas o adscritos al movimiento reggae, sean las de origen natural como la marihuana (por la que guardan especial respeto), el peyote o los hongos, que sólo consumen de acuerdo a los ciclos de la naturaleza. Que los anarco – punks en su vertiente no straigth, recurran a la muy frecuente mezcla de partes iguales de marihuana y cocaína, no puede entenderse haciendo abstracción de sus visiones del mundo y de lo que entienden por propuestas de acción. El dinamismo, el constante llamado a la acción y la exigencia de mantenerse alerta, en una constante del movimiento anarco - punk. Acordes a esto, sus músicas y las drogas que frecuentan acrecientan tanto el nivel de conciencia como la actividad.
Mientras que en el caso de los ravers, su movimiento tiene una especial fascinación por la tecnología y sus músicas detonan procesos corporales y mentales que suprimen la palabra y acrecienta la percepción del propio cuerpo en relación con lo exterior. Las drogas sintéticas también llamadas “ hiperreales” , agudizan la percepción sin provocar ( demasiados) trastornos de psicomotricidad y generan mayor resistencia al desgaste físico al que estos 
“saltarines” se ven sometidos durante sus rituales colectivos.
Las raztecas por su parte, cuyas músicas son , en lo general, un festejo a la vida , al amor colectivo y un señalamiento crítico a la decadencia de este mundo que ha olvidado los saberes primigenios, se envuelven en rituales colectivos que demandan, paradójicamente, profunda introspección. Las drogas naturales, vinculadas a tradiciones ancestrales y a rituales místicos, resultan un vehículo ideal que ayuda a la exploración de los mundos interiores y sus efectos de aletargamiento psicomotor y de abstracción de la realidad, no están reñidas ni con la poca disposición de estos jóvenes a la acción, ni con sus músicas.”

Confieso que sólo una vez probé la marihuana en una fiesta universitaria y no me gustó. Por tal razón podría decir que mi relación con las drogas es nula. Sin embargo he asistido a varios eventos de rock, entre ellos uno de los más importantes de nuestro país: Rock al Parque. Y no vamos a tapar el sol con un dedo. Allá se huele la “maracachafa” en cada rincón.

Sé que algunas personas cuestionan ese tipo de prácticas, por lo menos he visto muchos espejos en que varios conocidos han caído en las drogas hasta tocar fondo y no se han podido levantar, pero ese es un tema que no viene al caso, lo que quiero plantear es que la relación que existe entre la música y la droga tiene en muchos casos una connotación cultural. Es decir está amparado bajo un ritual, un concepto, una filosofía de vida. De ahí que como explica Reguillo cada género musical tiene su propio alucinógeno que de cierta manera le da sentido a sus maneras de expresión. La mirada de un investigador no consiste en juzgar sino en entender el contexto del que participa.

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