20 abril, 2007

Como hemos cambiado.

El tiempo, ese elemento que juega en nuestra mente y que nos empuja hacia adelante sin ninguna consideración. Aquel que interfiere en nuestras emociones a través de la nostalgia y que nos lleva de la mano a nuestro ineludible encuentro con la muerte.

Ese estado que juega a la rayuela con las leyes de la relatividad, es el que hoy, cuando me miro al espejo, me habla sin tapujos a la cara, convirtiéndose en el más franco de mis amigos y a la vez en el más cruel.

En otras culturas, el paso del tiempo connota sabiduría, mientras en nuestro contexto, significa deterioro. Cada vez más los medios de comunicación ejercen una gran presión psicológica frente a los retos profesionales que se acrecientan hoy día. Las organizaciones de esta época prefieren personas que no pasen de los veinticinco años y si esos jóvenes cumplen con unos patrones de belleza “implantados” por la sociedad de consumo, mucho mejor.

Ahora que hago parte de una generación post treinta, que me hace observar como mi abultado abdomen no desaparece a pesar de los esfuerzos por mantener una rutina de ejercicio diaria, (de la cual he comenzado a desistir) y de percatarme como algunos de mis cabellos ya han ido a parar en mi almohada en cada amanecer, me comienzo a preocupar. Ya no corro con la velocidad de hace unos años, ni tampoco resisto los cuarenta y cinco minutos o más de un partido de fútbol. (ahora no aguanto ni verlo sentado frente a la pantalla del televisor), por eso miro como el tiempo me está cobrando cada una de los descuidos en el transcurso de mi permanencia en este mundo.

Juanes, uno de nuestros símbolos a nivel internacional, está trabajando en su nuevo trabajo musical, el cual denominará, “La vida es un ratico” y es que cada vez que miro como mi sobrina crece a pasos agigantados tanto física como intelectualmente, es que reitero ese adagio popular rescatado de las sabias palabras de la madre del cantautor paisa.

Por eso los invito a que disfrutemos cada instante de nuestras vidas, para que cuando llegue nuestra hora, nos quede la conciencia tranquila que hicimos lo que más pudimos para aprender en el corto tiempo que estuvimos aquí. Porque “ La vida es un ratico”.

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