14 octubre, 2013

Difícil de escribir.









Hace unos años, cuando viví en Bogotá, tuve la oportunidad de  conocer al escritor paisa Tomás González. En la Maestría tuvimos la  fortuna de entablar un diálogo con algunos autores. Entre ellos estuvo ese hombre de complexión recia, seco de carnes  y enjuto de rostro; de mirada tranquila, hablar sosegado  y timidez apabullante . En esa ocasión debatimos acerca de  “Abraham entre  bandidos” obra que acababa de publicar por aquel entonces.
Un año después leí algunas entrevistas suyas en algunos suplementos culturales, de igual manera vi en  televisión que se interesaban en su obra, específicamente en “La Luz difícil”. Sabía que le molestaba el proceso de  promoción, de mostrarse como un animal exótico en el zoólogico.
Esperé que bajara la  marea y ahora que está recién publicada “ Temporal” me encontré en una pequeña  biblioteca comunitaria La penúltima novela de este tesoro de la literatura.

“La luz difícil” está narrada desde la  mirada de David un  hombre sexagenario que a raíz de un problema en la vista ha tenido que  reemplazar el trabajo con los lienzos, el olor a trementina y al óleo por la escritura. En esta novela el tiempo es un elemento esencial, debido a que el narrador nos revela que Sara ,su esposa, fallece. Sin embargo nos mantiene atentos al desenlace de  Jacobo, el hijo que tras un accidente  de  tránsito vive sumido en un suplicio que de igual manera afecta la tranquilidad de la familia.

Pablo es el hermano entregado. Se metió al gimnasio, y con los años se convirtió en un toro, con el propósito de  cargar con el pesado cuerpo de Jacobo, también aprendió a hacerle los masajes  para menguar sus etapas de  crisis. Arturo es más desprendido, él decidió , después de  terminar el bachillerato, tomarse un año libre  y se fue a Machu Picchu, a Tailandia y a otros sitios. A su regreso viajó con un grupo de rock por Estados Unidos. Sin embargo su energía la enfoca en su relación con Ámbar, su novia. 

Cada personaje tiene relación con la tragedia que enluta a esta familia, con el dolor, con la zozobra, por tal razón no encontramos en esta obra una narración trepidante, sino por el contrario pausada, como si se rumiara cada palabra o si cada frase fuera resultado de la depuración. 

David nos sumerge en un recorrido  por diversos parajes de Estados Unidos: Central Park, Staten Island, Brooklyn, Nueva Jersey, entre otras los cuales los alterna con espacios tan nuestros  como Cali, Bogotá, Medellín, o la Mesa y Cachipay. 

De igual manera nos  lleva de la mano por diversas etapas del personaje utilizando la técnica del flashback. Es así como enteramos que tiene un antepasado escritor, de su efímero pero profundo encuentro con  Anthony, aquel viajero que se encarga de comprar y vender acetatos de los Rolling Stones y demás agrupaciones musicales, de una complicidad casi paternal con Ángela , la encargada de hacer el oficio en su residencia, y del respeto y la  admiración  que siente por Sara. 

Ésta es una novela a la que uno como lector termina  conmovido. Pero lo mejor de todo complacido. 

Anhelo volver a encontrarme con Tomás y así  escuchar lo que todo escritor desea: que hablen de su obra.


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