02 abril, 2013

UN ANIMAL TRISTE POR LA SOLEDAD.




Dos personajes se encuentran en la cima de un edificio utilizando como pretexto acabar con sus vidas. Una mujer tiene entre sus planes matar al perro de su marido con un cuchillo, porque piensa que su esposo le pone más cuidado a él que a ella. Una joven planea una cita a ciegas por medio del teléfono y a su vez experimenta su fantasía sexual con el carnicero del barrio. Estas historias las podemos ver en “ANIMAL TRISTE”, obra dirigida y escrita por el dramaturgo Diego Fernando Montoya y representada por el grupo TEATRO del PRESAGIO.

Pedro tiene la plena convicción de lanzarse para terminar con su vida. La razón es que a pesar de tener una pareja y una familia, se siente solo. Allí se encuentra con Juan, un hombre de treinta y cinco años quien le revela que lleva meses tratando de hacer lo mismo, pero siempre se arrepiente. Los dos dialogan y a la vez discuten sobre el tema del afecto. Para ellos dos el hecho que un par de hombres se manifiesten su cariño a través de un abrazo o un beso es cosa de maricas. Al final ambos abandonan sus prejuicios. Por otra parte María conversa con Simón por teléfono. Él le promete ayudarla para que aparezca en la portada de una revista de esas de mujeres semidesnudas y mientras habla con ella se masturba al tiempo que al otro lado de la bocina la joven se excita, él siempre se refugia en el auricular, se siente el rey en esos terrenos, debido al terror que siente al dar la cara y no ser aceptado. Magdalena conversa con María, se desahoga y le comenta sus planes para matar al perro de su marido. Mientras tanto sueña con ser una mujer seductora, bailando al son de un tango. María lucha con dejar a un lado esa imagen de mujer recatada que le han hecho creer, por tal razón visita a Santiago, un hombre solitario que trabaja en una carnicería. Él la toca, la toma entre sus brazos, la despoja de sus prendas más íntimas, para mandarla de nuevo a la calle.
Todas estas historias no están narradas de manera lineal, sino que juegan con el montaje cinematográfico. Algunas son contadas de manera completa como la de María y Simón al teléfono o la de María y Santiago, mientras que las de Juan y Pedro y Magdalena y María están fragmentadas y se complementan entre sí. Por ejemplo es casi al final que nos enteramos como espectadores que Pedro es el esposo de Magdalena y que nos encontramos con un matrimonio infeliz.
Uno de los aspectos que más me llamó la atención fue ese tono irónico con el que abordan el tema de la comunicación y las relaciones humanas. Pero lo interesante aquí es la mirada. Esa desde la que se narra los pensamientos más íntimos que por pudor probablemente ocultamos ante los demás. Por la razón ésta es una pieza teatral que reflexiona sobre el contacto con el otro. Vivimos en una sociedad consumista, y la tecnología hace de las suyas para inventar cada artefacto que pretende facilitarnos la vida, pero por el contrario nos está alejando más de la convivencia entre la comunidad convirtiéndonos en seres egoístas y “cusumbo solos”.
Otro de los puntos que me interesó fue la utilización de la música en vivo que le otorgó ese toque melancólico. Ejecutando algunos instrumentos como el bajo, el órgano , el clarinete, la trompeta y la batería e interpretando algunas piezas de Jazz y Blues, que lograron darle ese ambiente urbano que requería la obra.
Termina la presentación y de inmediato se abre el espacio para un foro. Es ahí donde escucho la postura de los actores frente al proceso creativo, que por cierto revela que a Gonzalo Basto, quien interpreta a Juan, se le hizo difícil aparentar los treinta y cinco años del personaje, debido a que su apariencia es más juvenil. De igual manera Diego Fernando Montoya, su director y dramaturgo responde a las inquietudes del público de manera certera. Explica con precisión que sus obras se basan en una exploración constante y que jamás trabaja un mensaje de manera explícita.
Salgo a tomar el transporte que me regrese de nuevo a casa. Entre el ronroneo de los carros al pasar y la gente amontonada para tomar el alimentador, me avasalla la letra de una canción de Charly García: “ Veo tantas chicas castradas / Y tantos tontos que al fin / Yo no sé si vivir tanto les cuesta / Yo quiero ver muchos más / Delirantes por ahí / Bailando en una calle cualquiera…”

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