24 octubre, 2012

ME LLAMO MORRIS EN ITAGÜÍ II



La siguiente cita se dio  en una noche fría en la que el calor humano alumbró  el recinto. Los rostros expectantes  me acechaban. Mis  pulsaciones se aceleraron. Escuché como cada latido se acoplaba  a los ladridos de un perro que quería expresarme que no le gustaban los escritores foráneos. 

Todos nos reunimos en  una sala  acogedora.  Después que los asistentes se instalaron inicié con mi presentación. Algunos eran estudiantes de colegio, otras amas de casa, algún docente y el perro, si tú ser cuadrúpedo que amedrentas con tus caninos afilados a quien irrumpe en tu territorio. Si tú que  pedías que se te narrara una historia en donde apareciera una bella perra, a la que tú debías rescatar, tú que te preguntabas y a éste quien le dijo que era escritor con esa historia tan insulsa de un gordo perdedor, por eso no moviste tu cola, por eso no manifestaste ninguna señal de cariño.

Los contertulios quisieron aportar su percepción del fragmento expuesto.  Algunos más avezados se  lanzaron a hacer preguntas. Al final todo terminó como deseaba, en  una reunión informal sin ningún tipo de pretensión intelectual. Se habló de manera desparpajada y sin  eufemismos. 

Todo culminó con la lluvia como testigo. Para rematar nos quedamos conversando en la casa de Fercho saboreando sus deliciosos chicharrines.


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