04 marzo, 2007

Mis primeros ochenta años.

Los medios de comunicación han impregnado las primeras páginas de un refrescante domingo con la imagen del escritor vivo más importante de Colombia. Gabriel García Márquez.

Tras la próxima celebración de sus ochenta años, el rostro de un hombre que alcanzó las grandes ligas de la literatura con su obra cumbre “Cien años de Soledad”, demuestra que la vida le está dando su recompensa tras haber sufrido una enfermedad que por poco culmina con su permanencia terrenal.

Recuerdo haber leído varias de sus obras con una voracidad, motivada por una de los mejores instigadores. La curiosidad. Siempre quise saber de primera mano, que es lo que hacía a “Gabo” un fenómeno literario de tal magnitud.

Así que comencé con una novela que a opinión personal, me parece la mejor, se trata de “El amor en los tiempos del cólera”, la historia basada en la relación que tuvieron sus padres y en la que el “hijo de Aracataca” , empleó todas sus aptitudes periodísticas para desentrañar todo el pasado que acontecieron sus progenitores.

Después vinieron, Cien años…, Del amor y otros demonios, los doce cuentos peregrinos, Noticia de un Secuestro, Vivir para contarla, y por último Memoria de mis putas tristes.

Todos estos textos, generaron en mí una fuerte inclinación literaria y marcaron un estilo del que poco a poco me fui despojando. Ahora sin demeritar el gran aporte de este “caribe”, las nuevas plumas nacionales me han cautivado con unas propuestas narrativa s que se acercan más a mi generación.

Autores como: Mario Mendoza, Antonio García, Jorge Franco, Santiago Gamboa, entre otros son los que se encuentran en el vademécum de mis influencias. Sin embargo gracias a las recomendaciones de Marcelo Figueras en su blog, tomaré más en cuenta a escritores como Juan Gabriel Vásquez , que por cierto ha logrado ganar vuelo gracias a su última novela, publicada por Alfaguara, “Historia secreta de Costaguana”.

Por ahora las facciones de un hombre de piel martillada por el tiempo que acompañan unos grandes espejuelos, disfruta de su residencia en México, de la compañía de sus allegados y ante todo de poder estar vivo.

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