17 julio, 2006

El ejercicio de escribir


A la edad de los quince años recuerdo que me incliné por la idea de escribir un diario, y aunque parezca extraño, no lo hice con el objetivo de ejercitar mi escritura ni nada que tuviera relación con la literatura.

Mi única motivación era congelar esos instantes en el tiempo, para después de muchos años poder recordar esos momentos como si mirara una fotografía.

Y el objetivo funcionó en una ocasión que me vi obligado a sacar todos los utensilios de mi cuarto, en donde por accidente me encontré de nuevo con esa máquina del tiempo que me transportó en el pasado, generando en mí una gran nostalgia.

Descubrí que en esa etapa de mi vida no me interesaba respetar los signos de puntuación ni mucho menos el orden gramatical, tampoco mantenía una linealidad temática, era como una especie de lienzo en donde lanzaba cada gama de colores, por el simple hecho de plasmar. Y como buen diario que se respete, era lo más privado y personal posible. Así que sirvió más como una terapia que me ahorró unas cuantas citas al psicólogo.

Actualmente que están tan de moda los blogs o bitácoras, me recuerda una serie de televisión, en donde un niño genio (que a su corta edad ya era un médico prestante), se sumergía cada noche en su computador para narrar lo que le había ocurrido a lo largo del día, siempre dejando una moraleja.

A diferencia de todas las experiencias nombradas anteriormente, mi blog no es un diario, (aunque la intención fue crearlo con ese fin), en primera instancia porque su razón de ser es convertirse ante todo en un medio de comunicación, por eso existe una depuración a la hora de redactar y escoger los temas, transformándose a la vez en un ejercicio constante de aprendizaje y porque no de interacción con personas de otras culturas que como yo, están interesados en desarrollar temas culturales y de actualidad.

También es una manera de mostrarme tal como soy, porque a la hora de escribir desnudamos nuestra manera de pensar y de ver el mundo, fomentando así una manera de decir que todavía estoy vivo, apoyándome en el pensamiento de ese gran filósofo francés conocido como René Descartes que promulgó la frase “ Pienso luego existo”.

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