Eran eso de las diez de la mañana. El sol arropaba con fuerza a una ciudad que recoge por estos días un sinnúmero de artistas, que se dan cita desde diferentes latitudes para apostarle al XIII FESTIVAL INTERNACIONAL DE ARTE de Cali, denominado este año como,“ REEVOLUCIÓN”.
El encuentro se dio un viernes en la Casa PROARTES, más exactamente en la carrera 4 No 6 -59, en una zona céntrica de “La Sultana del Valle”. Allí lo observé, sentado, respondiendo a un arsenal de preguntas que le disparaban un grupo de periodistas de algunos medios locales.
Yo esperé mi turno, hasta que pude hablar con él. Su cabeza rapada, sus ojos verdes y su frondoso bigote, le daban un aspecto de estrella de rock. Él, de un soplo de vida, pasó del anonimato a la popularidad en Latinoamérica, al convertirse en el privilegiado ganador de un premio literario instituido por el Grupo Editorial Norma y Proartes, conocido como La otra orilla.
El premio se concede al escritor de una novela inédita de habla hispana y se publicará su obra bajo el sello La otra orilla en España y América Latina, además de recibir 30.000 dólares como un anticipo de derechos. Este año la convocatoria recibió un total de 230 manuscritos provenientes de países como Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, España, Estados Unidos, Guatemala, México, Panamá, Puerto Rico y Venezuela.
El jurado fue conformado por tres destacados autores, uno de ellos colombiano, Santiago Gamboa, quien estudió Literatura en la Universidad Javeriana de Bogotá y es reconocido por obras como: Páginas de Vuelta (1995), Perder es cuestión de método ( 1997); Vida de un hombre llamado Esteban (2000); Los impostores y el Síndrome de Ulises ( 2005). Nuriat Amat, quien nació en Barcelona y es doctora en ciencias de la información, licenciada en Filosofía y Letras. Autora de libros de relato, ensayos y novela. Entre los más destacados se encuentran Pan de boda ( 1979), Todos somos Kafka ( 1983) y Reina de América ( 2002) y César Aira quien nació en Coronel Pringles en 1949 y que vive en Buenos Aires desde 1967. Es traductor, novelista, dramaturgo y ensayista. Su novela Cómo me hice monja, publicada en España en 1998, fue elegida una de los diez mejores libros publicados en aquel país. Entre sus últimas obras publicadas se encuentran Fragmentos de un diario en los Alpes, Diario de la hepatitis, Yo era una chica moderna y Yo era una niña de siete años.
El jurado, de manera unánime, ha otorgado el Premio de Novela La otra orilla 2007 al escritor argentino Ariel Magnus por su novela un chino en bicicleta.
Ariel Magnus, es un escritor y periodista que nació en Buenos Aires en 1975 que a pesar de su 32 años ya ha publicado dos libros con anterioridad, uno la novela Sandra ( 2005) y el otro un texto en formato de crónica conocido como La abuela ( 2006). Igualmente ha vivido en países como Alemania, primero en la ciudad de Heidelberg y posteriormente en Berlín. Allí estudió literatura española y filosofía becado por la Friedrich Ebert Stiftung. Ha escrito para diversos medios de la Argentina y Latinoamérica, entre ellos la revista SOHO y GATOPARDO y el suplemento Radar de Página /12.
Al momento de abordarlo me recibió afablemente con una sonrisa, su aspecto sosegado daban la impresión de la satisfacción de un ser por la misión cumplida. Publicar su tercera novela.
Al tocar el tema de la obra, se incorpora nuevamente en su silla y me relata como fue el proceso de construcción de "un chino en bicicleta”, revelando que la novela se inició en realidad como un posible libro de crónicas sobre chinos en Argentina y que una de las historias que quería contar era precisamente la de un chino, el cual apresaron por haber incendiado once mueblerías, idea que presentó a un par de editoriales, las cuales rechazaron el proyecto, por tal razón, decidió convertirlo en una obra de ficción. El relato que hace parte de la invención del autor inicia precisamente en el momento en que termina la realidad mediática como él la denomina. A Li, lo acusan por portación de armas y lo sentencian a varios años de prisión y desde ahí empieza la ficción, cuando él secuestra a uno de los testigos para sumergirse en el barrio chino argentino, con el objetivo de probar su inocencia.
Al hablar de sus influencias literarias declara que la lista es inmensa y a veces desiste de lanzar nombres por el temor al olvido. Sin embargo recuerda que desde muy pequeño le fascinó Cortázar, luego vino Borges, hasta encontrar una hilera de escritores interminable, de los cuales espera seguir hallando nuevas plumas que lo sorprendan, a lo cual culmina el tema con una de sus frases “eso me parece lo bonito de este oficio”.
El tiempo transcurría y mi cara sudaba a borbotones, era irónico, él, el extranjero, se acoplaba plácidamente al trópico, mientras yo, un caleño raizal, no resistía las altas temperaturas de una tierra que me había cogido en su regazo desde temprana edad. A pesar de todo, su rostro nunca se desfiguró, y continuó conversando…
Al referirse a la influencia colombiana sólo atinó a decir que a pesar de gustarle Cien Años de Soledad y El amor en los tiempos del cólera, los cuales leyó a los dieciocho años, nunca se enamoró de García Márquez y que después de allí no siguió leyendo su obra.
Cuando lo volví a interrogar sobre el premio, respondió de manera tajante que un buen libro es aquel que le da ganas de escribir, y que el lector debe divertirse al leerlo, de la misma manera que él lo hizo al escribirlo. Igualmente confesó que en ningún instante escribió el libro para concursar en la convocatoria, “si vas a sentarte a escribir por un premio o por dinero, creo que estás perdido, jamás te va a salir un libro que valga la pena”.
Me quedo por uno minutos mirándolo detenidamente y encuentro en él algunos rasgos que lo asemejan al periodista y escritor argentino Martín Caparrós. Al comentarle mi descubrimiento, deja asomar otra sonrisa con amago de carcajada.
“Cuando llegué a Malasia con mucho pelo, me lo tuve que ir a cortar y ¿cómo le explico al peluquero malayo lo que quería con mi pelo?, así que le dije que me lo cortara. El hombre veía todo ese rubio que le parecía como el oro, lo que lo llevó a preguntarme como cinco veces si estaba seguro. Lo que siguió fue escuchar el sonido de la máquina a la vez que miraba por el espejo como desbastaba mi cabello. Y ahora que lo decís, sí me parezco a Martín Caparrós. Sólo que él es un poco más viejo y tiene éxito con las mujeres".
A pesar de que en su adolescencia se consideró un mochilero, una de sus plazas fue la ciudad de Quito, en donde por falta de dinero se desempeñó como mesero o mozo, como lo llaman en Argentina y con el dinero ahorrado tuvo la intención de viajar a Colombia, tentado por los comentarios que le hacían acerca de la belleza de sus mujeres y otras cualidades de esa región de Suramérica. Pero al tener que regresar a su país, se desvió para Estados Unidos y posteriormente para el continente asiático, lo que nunca se imaginó fue visitarlo en estas circunstancias.
Su rostro se nota complacido. Ha culminado otra de sus misiones, la promoción de su obra ante los medios. Promete un futuro regreso a nuestras tierras. A pesar de su apretada agenda no se siente extenuado. Yo me despido raudamente. Y me quedo con la sensación de haber conocido a una promesa literaria. Ahora sólo me queda encontrarme con un nuevo invitado y la esperanza que estos eventos generen una verdadera revolución cultural.