Tacones tocando al unísono una canción desenfrenada. Portafolios de cuero bamboleando sus insencibles visceras. Autómatas de una raza caminando por un sendero sin sentido. Miradas inertes. Cadáveres en vida rindiendo tributo a un pedazo de papel.
Anoto en mi bitácora como el sol golpea el rostro de esta especie, que supura humores aceitosos, de prendas homogéneas que se desplazan a gran velocidad entre la multitud.
Me encuentro ubicado en una zona central de una ciudad tercemundista.
He aprendido mi lección. Pido a mis superiores que me regresen a mi galaxia. Para nunca más volver.
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