Para escribir se necesita estar vivo. Se requiere que uno como ser humano transpire, sienta, sufra, para tener algo que contar. En estos instantes mis emociones transmutan de un sinfín de contrastes, que van desde el enamoramiento hasta la incertidumbre.
Sé que suena masoquista, pero gracias a esta montaña rusa es que mis rutinas literarias no han cesado y cada vez más acuden las ganas de expresar todos estos fantasmas que me atormentan, pero que al tiempo me llenan de alegría y felicidad.
No sé que pensar, es más no lo deseo, sólo siento y me dejo llevar por este torrente de sensaciones que hacen de mí un ser inerme, con todos los miedos habidos y por haber y olvidando por momentos la cordura para entregarme por completo al devenir de mi ser.
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