Cada vez que me miraba al espejo, observaba como mi prominente abdomen y mi baja estatura, pudieran espantar a aquella muchacha de pechos esponjosos. Sabía que la estrategia tenía que ser agresiva, de lo contrario perdería mi única oportunidad.
Intenté con buscar chistes en la red. Pero para serles sincero no tengo gracia para contarlos. Sin embargo para salir de la duda, experimenté con mi sobrina, una adolescente de quince años, a quien no le saqué ni siquiera una sonrisa. Así que le pedí ayuda. Ella me recomendó que utilizara mi talento para la escritura y así construir un poema. Que ese detalle acompañado de unas chocolatinas, la dejaría "matada".
Mi sobrina tuvo razón, casi la "mato": era diabética. Pero no todo tuvo un final trágico. El poema, junto con un ramo de rosas, dio resultado. Al final ella accedió a salir conmigo a comer ese fin de semana.
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