La expectativa por asistir a esta película la colmé ayer. Soy un lobo estepario del séptimo arte. Me sumerjo en la penumbra de la sala para dejarme envolver por esa máquina de sueños. Por unas horas me despojé de mi rol de blogger para arroparme con la psicología de un espía británico.
Fue solo escuchar el rugido del león de la Metro para estar en sintonía con una secuencia de acción en la que el agente 007 persigue a uno de sus antagonistas. En el forcejeo, encima del vagón de un tren, la compañera del espía, tras las órdenes de M, dispara y termina hiriendo a Bond.
De inmediato aparecen los característicos créditos de la famosa franquicia ambientada por la majestuosa voz de Adele. Posteriormente al espía británico se le da por muerto. Mientras nosotros como espectadores nos enteramos que él está compartiendo con una seductora chica, de las mieles del sexo y el alcohol. El detonante es una bomba que obliga al héroe a retomar su rumbo. De ahí que pide el reintegro. Sin embargo percibimos a un ser humano con bajo rendimiento, ya sin la puntería de antes. Pero con todo y ello lo deciden incluir en la misión que consiste en enfrentarse con un ex agente conocido como Silva, ( Javier Bardem).
Confieso que soy un fan de la franquicia. También coincido con que Daniel Craig ha sido el que mejor ha interpretado a Bond en sus cincuenta años. Pero de igual manera siento que la esencia del personaje está mutando en una versión más cercana a Bourne. Aunque Sam Mendez, como director le quiere un tópico más oscuro al personaje, percibo unas escenas que se repiten. Por ejemplo cuando Silva se viste de policía para despistar a Bond y se le pierde por una puerta que deja abierta, la vi en Casino Royale. O la escapada del mismo personaje que interpreta Bardem de la celda, muy similar a la que tiene el Guasón en el Caballero de la noche, filme al cual encuentro varias referencias.
Pero a pesar de todo auguro un largo camino para el agente 007, así que por lo visto tendremos Bond para rato.
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