Por mi parte siempre estoy dispuesto a convertirme en su principal destinatario, y es en esa experiencia en la que descubro más al ser humano y sus lados oscuros.
La verdad no entiendo por qué lo hacen, me imagino que es por la imagen de eterno adolescente que proyecto. También planteo como hipótesis el lenguaje directo que utilizo en mi discurso. A lo mejor eso les inspira confianza.
Hace poco dicté una clase acerca de la investigación y entre las manera de recolectar la información expliqué tres: El trabajo de campo que consiste en establecer un contacto directo con el objeto a investigar, los antropólogos lo hacen cuando conviven con una comunidad durante meses o años para entender el universo de esa población. La otra es la de laboratorio que consiste en el ensayo y error y por último la bibliográfica la cual está determinada por los textos: libros , revistas, en fin.
De igual manera les hablé de las fuentes de información. Comenté que las primarias eran aquellas en la que no existían intermediarios. Es decir cuando hacíamos una entrevista directamente con el personaje en cuestión. Y las secundarias son cuando si existe un filtro como ocurre con las tesis de grado o con los ensayos que son planteamientos basados en las investigaciones de otros.
Sin embargo, en vista que la temporada de clases está culminando, ahora me sumerjo en la asesoría de una tesis que trabaja un proyecto sobre la relación de los jóvenes con diversos aspectos como la cultura, la música, el medio ambiente, entre otros ítems. Por tal razón me di a la tarea de leer un artículo denominado : "MENOS QUERER MÁS DE LA VIDA " CONCEPCIONES DE VIDA Y MUERTE EN JÓVENES URBANOS, del Antropólogo José Fernando Serrano Amaya.
Este texto parte de una investigación en el que convergen las concepciones de la vida y de la muerte , la presencia del imaginario mágico religioso tradicional y el consumo cultural de un grupo de jóvenes bogotanos. Todos los testimonios nacen luego de un año de trabajo de campo en la que se encontró una variedad de relatos y voces que hablaban desde los aspectos más banales hasta los más profundos descubriendo narraciones que se burlaban de sí mismas y del mundo.
Uno de los elementos claves para iniciar esa investigación fue plantearse la idea de la violencia juvenil. Según los testimonios una de las causas de la violencia nace de la familia. Y es que, a excepción de los cristianos, la mayoría coincidió en expresar que esta manifestación es natural en el ser humano y que ha estado presente a lo largo de la historia y que por tal razón ha sido difícil prescindir de ella.
De igual manera muchos coinciden en que los medios de comunicación como la televisión, el cine y la literatura influyen este tipo de comportamiento en un país que de por sí es violento.
Según la investigación llegaron a la conclusión que esa representación va muy ligada con los antecedentes de los recuerdos de una época del narcoterrorismo, en la primera mitad de los noventa. De ahí que no sea casual que la parrilla televisiva haya punteando en popularidad con producciones como : Escobar el patrón del mal y la segunda parte del Capo. Y es que cuando fungí como periodista de la reconocida revista PLAYBOY me di a la tarea de escribir un artículo acerca de las narcotelenovelas y me encontré con una frase del crítico de televisión Omar Rincón que dice: "los colombianos tenemos pensamiento traqueto en el sentido de generar ideales de conducta, como es salir de pobre como sea: a punta de corrupción, matando, poniéndose tetas o sacando un revólver".
Retomando los testimonios de los jóvenes, especialmente los de estratos medios y altos, varios recordaron de manera fragmentada el temor a salir a la calle. Sin embargo todos reconocieron que muchos de ellos aprendieron a vivir con dicha incertidumbre de morir por causa de una bomba.
Con lo dicho anteriormente se llega a la conclusión de que muchos jóvenes han adoptado un estado de insensibilización ante la violencia. De igual manera se le achaca la culpa a la información que utilizan los noticieros al combinar la crudeza de la muerte con la banalidad de las reinas de belleza y los deportes y con ello se entra a considerar la posibilidad de morir.
Por otra parte la mirada apolítica tiende a cimentar esa concepción de violencia debido a que ellos sienten que los políticos solo quieren sacar provecho para sí. De igual manera para los jóvenes que están más en contacto con el consumo de cómics, cierta literatura existencialista y algunos géneros del rock, no hay alternativa, pues para ellos la misma humanidad es la que está mal.
En lo que concierne al consumo cultural tomando la teoría de Mary Douglas y García Cannclini " el consumo sirve para pensar". De ahí que de esta frase de desencadene una lógica del " gusto y de tener". Por tal razón la obtención de una " buena vida" a través de las redes del mercado como son la ropa de moda, ir a los sitios de rumba, el tener un carro o una pareja hacen parte del reconocimiento de los otros. Según Serrano esas expresiones generan toda una serie de subsistemas asociados al espectáculo, los modos de lo juvenil propuesto por los medios masivos y todo un mundo de lo luminoso y lo "bello". La segunda dinámica gira en torno al consumo de las culturas del rock, las formas artísticas alternativas o "subterráneas", ciertas literaturas, el cómic, el cine arte y una serie de objetos que reflejan la pérdida de las utopías , el hastío con la sociedad contamporánea y la insatisfacción con el mundo propuesto por la sociedad de masas.
En cuanto al primer punto me gustaría citar un fragmento del ensayo publicado hace poco por el peruano Mario Vargas Llosa titulado: " La civilización del espectáculo" en el que plantea: " ¿ Qué quiere decir la civilización del espectáculo? La de un mundo en donde el primer lugar de la tabla de valores vigentes lo ocupa el entretenimiento, y donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal".
En cuanto al segundo punto quisiera contar una anécdota a manera de una pequeña crónica: Eran casi las seis de la tarde. La brisa caleña acariciaba mi piel cuando me desplazaba con premura por los lados del Hotel Inter. Al descender al primer piso del edificio Los Montes, en donde cada sábado nos reunimos un grupo de personas amantes de las letras para tertuliar, me encontré con una sorpresa. El invitado especial era un "inadaptado". Sí un poeta de aspecto desgarbado, y que con sus converse blancas,su libros, y ese acento valluno tan particular nos supo seducir. Se presentó como Diego Lozano y entre copa y copa de guaro nos envistió con su Reminiscencia Punk:
" Tengo la cabeza pesada de tantos versos,
hay licor, hay dinero,
dientes para masticar carne de vaca
nunca el vegetarianismo fue mi hobbie..."
Después de escuchar su intervención como un hombre que rompía con la clásica imagen del intelectual, aún más cercano a un Bukowski, que confesó no haber leído, me enteré que no terminó el bachillerato y que prefirió trabajar como hippie y así recorrer el país. Su inspiración estaba en la calle, en el andén como lo expresó reiteradas veces.
Una llamada al celular me obligó despedirme. No sin antes agradecerle por enseñarme otra manera de mirar el mundo.
Este texto parte de una investigación en el que convergen las concepciones de la vida y de la muerte , la presencia del imaginario mágico religioso tradicional y el consumo cultural de un grupo de jóvenes bogotanos. Todos los testimonios nacen luego de un año de trabajo de campo en la que se encontró una variedad de relatos y voces que hablaban desde los aspectos más banales hasta los más profundos descubriendo narraciones que se burlaban de sí mismas y del mundo.
Uno de los elementos claves para iniciar esa investigación fue plantearse la idea de la violencia juvenil. Según los testimonios una de las causas de la violencia nace de la familia. Y es que, a excepción de los cristianos, la mayoría coincidió en expresar que esta manifestación es natural en el ser humano y que ha estado presente a lo largo de la historia y que por tal razón ha sido difícil prescindir de ella.
De igual manera muchos coinciden en que los medios de comunicación como la televisión, el cine y la literatura influyen este tipo de comportamiento en un país que de por sí es violento.
Según la investigación llegaron a la conclusión que esa representación va muy ligada con los antecedentes de los recuerdos de una época del narcoterrorismo, en la primera mitad de los noventa. De ahí que no sea casual que la parrilla televisiva haya punteando en popularidad con producciones como : Escobar el patrón del mal y la segunda parte del Capo. Y es que cuando fungí como periodista de la reconocida revista PLAYBOY me di a la tarea de escribir un artículo acerca de las narcotelenovelas y me encontré con una frase del crítico de televisión Omar Rincón que dice: "los colombianos tenemos pensamiento traqueto en el sentido de generar ideales de conducta, como es salir de pobre como sea: a punta de corrupción, matando, poniéndose tetas o sacando un revólver".
Retomando los testimonios de los jóvenes, especialmente los de estratos medios y altos, varios recordaron de manera fragmentada el temor a salir a la calle. Sin embargo todos reconocieron que muchos de ellos aprendieron a vivir con dicha incertidumbre de morir por causa de una bomba.
Con lo dicho anteriormente se llega a la conclusión de que muchos jóvenes han adoptado un estado de insensibilización ante la violencia. De igual manera se le achaca la culpa a la información que utilizan los noticieros al combinar la crudeza de la muerte con la banalidad de las reinas de belleza y los deportes y con ello se entra a considerar la posibilidad de morir.
Por otra parte la mirada apolítica tiende a cimentar esa concepción de violencia debido a que ellos sienten que los políticos solo quieren sacar provecho para sí. De igual manera para los jóvenes que están más en contacto con el consumo de cómics, cierta literatura existencialista y algunos géneros del rock, no hay alternativa, pues para ellos la misma humanidad es la que está mal.
En lo que concierne al consumo cultural tomando la teoría de Mary Douglas y García Cannclini " el consumo sirve para pensar". De ahí que de esta frase de desencadene una lógica del " gusto y de tener". Por tal razón la obtención de una " buena vida" a través de las redes del mercado como son la ropa de moda, ir a los sitios de rumba, el tener un carro o una pareja hacen parte del reconocimiento de los otros. Según Serrano esas expresiones generan toda una serie de subsistemas asociados al espectáculo, los modos de lo juvenil propuesto por los medios masivos y todo un mundo de lo luminoso y lo "bello". La segunda dinámica gira en torno al consumo de las culturas del rock, las formas artísticas alternativas o "subterráneas", ciertas literaturas, el cómic, el cine arte y una serie de objetos que reflejan la pérdida de las utopías , el hastío con la sociedad contamporánea y la insatisfacción con el mundo propuesto por la sociedad de masas.
En cuanto al primer punto me gustaría citar un fragmento del ensayo publicado hace poco por el peruano Mario Vargas Llosa titulado: " La civilización del espectáculo" en el que plantea: " ¿ Qué quiere decir la civilización del espectáculo? La de un mundo en donde el primer lugar de la tabla de valores vigentes lo ocupa el entretenimiento, y donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal".
En cuanto al segundo punto quisiera contar una anécdota a manera de una pequeña crónica: Eran casi las seis de la tarde. La brisa caleña acariciaba mi piel cuando me desplazaba con premura por los lados del Hotel Inter. Al descender al primer piso del edificio Los Montes, en donde cada sábado nos reunimos un grupo de personas amantes de las letras para tertuliar, me encontré con una sorpresa. El invitado especial era un "inadaptado". Sí un poeta de aspecto desgarbado, y que con sus converse blancas,su libros, y ese acento valluno tan particular nos supo seducir. Se presentó como Diego Lozano y entre copa y copa de guaro nos envistió con su Reminiscencia Punk:
" Tengo la cabeza pesada de tantos versos,
hay licor, hay dinero,
dientes para masticar carne de vaca
nunca el vegetarianismo fue mi hobbie..."
Después de escuchar su intervención como un hombre que rompía con la clásica imagen del intelectual, aún más cercano a un Bukowski, que confesó no haber leído, me enteré que no terminó el bachillerato y que prefirió trabajar como hippie y así recorrer el país. Su inspiración estaba en la calle, en el andén como lo expresó reiteradas veces.
Una llamada al celular me obligó despedirme. No sin antes agradecerle por enseñarme otra manera de mirar el mundo.
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