Mujeres con piernas torneadas, pechos firmes y piel tostada por el sol son algunos ingredientes que galardonan las constantes subidas que estoy realizando al cerro de las tres cruces. Sin embargo, aunque no lo crean, mi motivación es otra: mejorar mi estado físico.
Desde hace años los
resultados de mis chequeos médicos no han
sido favorables. Cada galeno esgrime una queja por mí desparpajada
manera de vivir: consumo de alimentos
altos en grasa saturada, harina y poco ejercicio. Algunos se han atrevido a
indagar si quiero seguir con vida.
Ante tanta presión decidí
aprovechar la temporada de vacaciones, y una tusa tenaz, para lanzarme a
la aventura de caminar casi a diario por
diversos senderos que desembocan en el reconocido lugar.
Desde eso de las siete y
media de la mañana me apero de gorra, camiseta, bermuda, doble media, para
evitar las ampollas, y zapatillas cómodas. El sol por esta temporada azota con
sus brazos como látigos de fuego. Por tal razón, en ocasiones me aplico
protector.
Como muchas actividades en
la vida lo más
duro consiste en arrancar. Así
que toca armarse de fuerza interior y gritar, así sea en mi cabeza: ¡Vamos tú puedes, eres un guerrero! Para los más audiovisuales pueden encerrarse
a mirar una maratón de ROCKY todo el
domingo y arrancar un lunes.
En el recorrido se topa uno
con gran diversidad de pájaros de distintos colores y trinos. De igual manera
el trayecto es auspiciado por una sinfonía de chicharras que te otorgan cierto
ritmo al caminar.
En algunos tramos me doy
licencia para trotar. Sin embargo es tal la empinada que tengo que parar al
sentir que mi corazón se transforma en
un instrumento de percusión.
Mi ilusión se resume en que
en la cima me espera un vaso desechable con sumo de zanahoria, por la módica
suma de tres mil pesos. Así que al llegar, agitado, me recibe uno de los vendedores
que aunque sabe que voy a pedir, pregunta:
-
Quiubo patrón ¿qué le sirvo?-
Lo importante del asunto es que me consienten,
porque me dan crédito.
Algunos se toman las barras
para hacer malabares, brincan, dan volteretas en el aire, no solo para enseñar
sus músculos trabajados sino para utilizar su destreza física como estrategia
de conquista. Al ver este espectáculo asocio esas imágenes con la de los monos
en mis visitas al zoólogico, que hacen
alarde de su indudable agilidad motriz para llamar la atención de las féminas.
Al final decido emprende el descenso, no sin antes constatar que mi “ mal humor”, consecuencia de
mi excesiva sudoración, me convierte en un lobo estepario entre la multitud.
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