“ Yo
salía menos a la Sexta. Leopoldo no hacía otra cosa que presentarme amigos
fascinantes. LLegaban de USA y les hacíamos grandes rumbas. Oíamos música las
24 horas , porque uno con la cocaína no duerme. Acumulé una cultura
impresionante. Que no me vengan a decir que Brian Jones murió de
irresponsabilidad o flojera; ni siquiera de amor en vano. Las cosas no se dan
así como así. Murió fue de desencanto. El fue el que los unió a todos, el que
primero leyó música, el que les enseñó, el más fotogénico, el que se le medía a
todos los instrumentos raros: cítara, arpa, marimbas, toda clase de cuerdas y
de cobres, mellotrón, violoncello, mientras la lacra del Keith Richard no se
concentraba sino en el “ chacachaca”. Quería cantar él, monito bello. El que no
lo dejó fue el Jagger, que siempre fue exhibicionista. Luego vino la
imposibilidad de escribir para que un usurpador cantara, y el trabajo fuerte,
tanto concierto que es lo que más moneda da, tener en cuenta que el Jagger hizo
dos años de economía, y el peor golpe: una noche Keith Richard se encargó de Anita
Pallenberg, la pelada de Brian, a la que más quiso, usted la ve, de mirada como
de burletas, dientes grandes, yo no sé que le vio de bueno al Richard con su
diente cariado, hay mujeres que son muy brutas”.
Con
este fragmento de la novela “ Que Viva la
Música” de Andrés Caicedo quiero arrancar la propuesta acerca del rock que
inicié desde ayer en este blog.
La
relación que existe entre música y droga es muy estrecha, la investigadora
Rossana Reguillo lo explica de una mejor manera en su ensayo EL LUGAR DESDE LAS
MÁRGENES. MÚSICAS E IDENTIDADES JUVENILES: “ La relación que guarda el
“éxtasis” con el movimiento electrónico no es casual, ni producto tampoco del
azar que las drogas que frecuentan los jóvenes raztecas o adscritos al
movimiento reggae, sean las de origen natural como la marihuana (por la que
guardan especial respeto), el peyote o los hongos, que sólo consumen de acuerdo
a los ciclos de la naturaleza. Que los anarco – punks en su vertiente no straigth, recurran a la muy frecuente
mezcla de partes iguales de marihuana y cocaína, no puede entenderse haciendo
abstracción de sus visiones del mundo y de lo que entienden por propuestas de acción.
El dinamismo, el constante llamado a la acción y la exigencia de mantenerse
alerta, en una constante del movimiento anarco - punk. Acordes a esto, sus
músicas y las drogas que frecuentan acrecientan tanto el nivel de conciencia
como la actividad.
Mientras
que en el caso de los ravers, su
movimiento tiene una especial fascinación por la tecnología y sus músicas
detonan procesos corporales y mentales que suprimen la palabra y acrecienta la
percepción del propio cuerpo en relación con lo exterior. Las drogas sintéticas
también llamadas “
hiperreales” , agudizan la percepción sin provocar ( demasiados) trastornos de
psicomotricidad y generan mayor resistencia al desgaste físico al que estos
“saltarines” se ven sometidos durante sus rituales colectivos.
“saltarines” se ven sometidos durante sus rituales colectivos.
Las
raztecas por su parte, cuyas músicas son , en lo general, un festejo a la vida
, al amor colectivo y un señalamiento crítico a la decadencia de este mundo que
ha olvidado los saberes primigenios, se envuelven en rituales colectivos que
demandan, paradójicamente, profunda introspección. Las drogas naturales,
vinculadas a tradiciones ancestrales y a rituales místicos, resultan un
vehículo ideal que ayuda a la exploración de los mundos interiores y sus
efectos de aletargamiento psicomotor y de abstracción de la realidad, no están
reñidas ni con la poca disposición de estos jóvenes a la acción, ni con sus
músicas.”
Confieso
que sólo una vez probé la marihuana en una fiesta universitaria y no me gustó.
Por tal razón podría decir que mi relación con las drogas es nula. Sin embargo
he asistido a varios eventos de rock, entre ellos uno de los más importantes de
nuestro país: Rock al Parque. Y no vamos a tapar el sol con un dedo. Allá
se huele la “maracachafa” en cada rincón.
Sé que algunas personas cuestionan ese tipo de prácticas, por lo menos he visto muchos espejos en que varios conocidos han caído en las drogas hasta tocar fondo y no se han podido levantar, pero ese es un tema que no viene al caso, lo que quiero plantear es que la relación que existe entre la música y la droga tiene en muchos casos una connotación cultural. Es decir está amparado bajo un ritual, un concepto, una filosofía de vida. De ahí que como explica Reguillo cada género musical tiene su propio alucinógeno que de cierta manera le da sentido a sus maneras de expresión. La mirada de un investigador no consiste en juzgar sino en entender el contexto del que participa.
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