“ Así estaba yo.
Caminaba
por un cementerio, pero no me sentía melancólico o asustado. Era un lugar
hermoso , agradable, lleno de paz. El lugar en el que uno querría descansar
eternamente si al morir no le incineraran. Entonces me puse a mirar todas las
tumba, todas. Ahí estaban Cobain, Morrison, Lennon, Hendrix y los demás. Tumbas
llenas de vida, ¿captais el contrasentido? Tumbas de colores, llenas de flores,
cubiertas de pintadas de arriba abajo, preñadas de la devoción de los
irreductibles, aunque en ese momento sólo yo estaba allí. Por el suelo casi
podían verse las huellas de todas las lágrimas derramadas a través del tiempo.
Las lágrimas de la legión de los desaparecidos y desheredados que aún gritaban y
se lamentaban . “ Kurt.maldito cabrón, te necesitábamos”, “ Jim se que estás
ahí en alguna parte, llámame”, Te quiero, John, espérame”, “ ¿Por qué te
fuiste, Jimi?” . Pintadas llenas de sentido y sentimientos.
Y no
sólo estaban las tumbas de los que se fueron sino de los que un día lo harían,
Clapton, Reed, Jagger, Bowie, Mc Cartney…
Todos
los hermanos , los colegas, los que valían algo y representaban algo descansaban allí por los siglos de los
siglos, juntos.
Todos
menos yo.
Ahí
estaba la cosa, que no encontré mi tumba.
Así
fue como supe que no iba a conseguirlo, que siempre sería una mierda.”
Con
este fragmento de la novela nunca seremos
estrellas de rock del escritor español Jordi Sierra arranco mi ensayo
acerca de este género como una manera de identidad.
Desde que tengo uso de razón los acordes de las guitarras eléctricas me han seducido como sirenas cantando al unísono. Recuerdo también en plena efervescencia de mis quince años la asistencia a conciertos de grupos como Los Prisioneros, Toreros Muertos o Miguel Mateos. Ahora ya más crecidito tuve la oportunidad de presenciar a METALLICA en el Parque Simón Bolívar y a THE KILLERS en el Jaime Duque, ambos en Bogotá.
Mi relación con el rock ha sido estrecha. La lista sería interminable de mi devoción que profeso esos seres que emanan un derroche de propuestas que en ocasiones conjugan voces estridentes con un performance exótico.
Sin embargo la música, como las demás expresiones artísticas, generan una relación con el entorno, esas manifestaciones se revelan en la manera de hablar y en la apariencia estética. De ahí que no sea casual ver a los metaleros con largas cabelleras, tatuajes en su cuerpo, botas y correas con taches, de igual manera a los punketos con sus crestas, porque en el fondo son grupos etnográficos que se gestan con el objetivo de encontrar una identidad que los diferencie del otro y de cierta manera les ofrezca un status.
En mi caso tuve un acercamiento al rock para buscar un distanciamiento con el bolero y el tango, que era la música que escuchaban mis padres. Y es ahí donde la música se convierte en un grito de libertad que consistía en mi encuentro con mi autonomía.
Y para mí queda claro que la música no es un simple telón de fondo. Es el Sound Track del guión de esa película que se llama mi vida. La verdad no me veo llevándole una serenata a una mujer que pretenda con mariachis, ni parrandón vallenato, ni mucho menos un trío. Siempre he soñado con decirle a unos cuantos amigos músicos que toquen canciones de Fito, Charly o Cerati.
Vivimos en ciudades violentas, con desigualdad social y el rock es el lenguaje con el cual exploramos el mundo que nos toca y depende de esa mirada es que expresamos lo que sentimos. Ya el maestro rosarino Fito Páez nos había dado una muestra con Ciudad de Pobres Corazones: “ En esta puta ciudad todo se incendia y se va, matan a pobres corazones …”
Y continuando con la idea de que la música es una postura del mundo en el que desembocan modelos de representación, se forman ciertos guetos que por lo general producen cierta animadversión entre sí. Por mi parte no soporto a los reggaetoneros, por la simple razón que sus letras no me llegan, me parecen misóginas, en las que convierte a la mujer en un simple objeto sexual.
“ Lo popular es en esta historia lo excluido : los que no tienen patrimonio” Con esta frase del texto CULTURAS HÍBRIDAS de Néstor García Canclini, uno de los investigadores más importantes en América Latina en lo que corresponde a la cultura, coincide con lo que plantea la profesora e investigadora Rossana Reguillo en su ensayo EL LUGAR DESDE LOS MÁRGENES. MÚSICAS E IDENTIDADES JUVENILES: “ La música es un vínculo con las identidades, no sólo de una manera de decir el mundo, sino y principalmente, una manera de enfrentar la incertidumbre y los “ dilemas del yo” que a decir de Giddens ( 1995;254), se caracterizan hoy por:
a) La unificación
frente a la fragmentación,
b) La impotencia
frente a la apropiación,
c) La autoridad
frente a la incertidumbre,
d) La experiencia
personalizada frente a la mercantilización.”
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