Por recomendación de una amiga muy cercana me fui a ver LA LECTORA. Adaptación de la novela del escritor colombiano Sergio Álvarez.
La historia comienza con la imagen de tortura y asesinato de un personaje al que llaman " El Alemán", que en el transcurso de la narración descubrimos es un docente que enseña su lengua materna. Después nos presentan a una chica delgada, de labios gruesos y cabello lacio que llega tarde a su clase, y es ahí donde se nos da la primera pista, el profe no fue a esa dictar la clase y quien la recibe es su reemplazo. Posteriormente un par de maleantes descubren un manuscrito en alemán que puede dar pistas para el hallazgo de un maletín. Seguido la chica es secuestrada para que lea el contenido del texto. De ahí en adelante es un juego intertextual, ( en este caso sería intervisual) con el que se juega en la narración.
Karen es una prostituta que trabaja en el Oasis, un burdel de propiedad del "patrón", " Cachorro" es un taxista que se ofrece a llevarla hasta su casa no sin antes pedirle el favor que la acompañe para transportar a los dos vástagos del dueño del lugar. En pleno trayecto son abaleados por un vehículo que desemboca en un taxi volcado, los hijos del "duro" muertos, y el misterioso maletín en poder de la pareja que se entrelazan en una relación amorosa . Ese es el detonante para iniciar con una trepidante narración entre policías corruptos, mafiosos, matones, putas y demás personajes del hampa bogotana que se conjugan para conseguir su objetivo: encontrar el botín y hacernos pasar un rato agradable en la sala de cine.
La verdad tenía expectativas, por tal razón me fijé en algunos aspectos que voy a mencionar:
Como primera medida yo vi la adaptación que hizo RCN hace algunos años. Por lo menos quien hizo el personaje de " Cachorro" fue Fabio Rubiano, un actor que no sólo por su apariencia sino por su trayectoria en el Teatro se acoplaba mucho al papel. Mientras que en la película se lo otorgan a Diego Cadavid, que para mí pierde fuerza y no me genera credibilidad.
Por qué, por la simple razón de que lo hieren en uno de los brazos y sigue andando como si nada, de que parece más un estudiante yupi que un taxista que tiene que enfrentarse a diario con la inhóspita penumbra de la noche . Siento que este tipo de propuestas quieren parecerse a un formato más HOLLYWOOD, en donde los personajes después de una estrellada salen como si nada. Por cierto ayer descubrí una conferencia de Guillermo Arriaga, el mismo de Amores Perros, 21 Gramos y Babel. En la charla denominada creación de personajes explica que un hecho siempre trae consecuencias. Es decir que un choque es un episodio muy complejo en la vida de un ser humano y que ello deja secuelas.
De igual manera no me convenció la interpretación del actor Elkin Díaz. Lo sentí forzado, al extremo de convertirse en caricatura, sólo le faltó soltar una risa maquiavélica, muy al estilo de cruela de vil, para hacernos entender a los espectadores que era malo, muy malo. Y eso sin contar que sus parlamentos los sentí recitados, lo que para mí le quitó espontaneidad.
Sé que en muchas ocasiones he criticado las palabrotas en el cine. Y al parecer su director Riccardo Gabrielli quizo alejarse de eso. Pero no me cabe en la cabeza como unos personajes que representan el hampa de una ciudad como Bogotá se expresen con palabras tan sutiles. Es como si un obrero de construcción le recitara un poema de Benedetti a una mujer que transita con minifalda.
Sin embargo la estructura narrativa me pareció interesante, se notó el cuidado en las escenas de acción, como la cámara lenta del vuelco del taxi o de la misma explosión del vehículo, una iluminación impecable al igual que el sonido.
Así que si desea ir a ver una película para entretenerse un rato le recomiendo se vea LA LECTORA y no pretenda salir con el ceño fruncido y con una frase: " Ser o no ser".
Ayer cumplí treinta y nueve años. Y sí la fecha del cumpleaños se supone que es especial y aunque uno se hace al ambiente, en los momentos de quietud siempre vendrán los recuerdos de momentos felices en los que compartiste con personas maravillosas y que en la actualidad no están a tu lado. Jamás olvidaré esa reunión con máscaras de mis super héroes favoritos. El regalo de esa figura del momento y del esfuerzo que tuvo que hacer esa persona para conseguirlo. De la gorreada de los asistentes a una torta sencilla con un vaso de gaseosa. Del desfile de compañeros tocando la puerta de mi habitación para desearme un:" Feliz Pumpeñaño". A todos los extrañé.
Sin embargo no puedo ser desagradecido debido a que ayer mi madre me confirmó que siempre será la persona más especial en mi vida, por encima de cualquiera. También descubrí que no tengo muchos amigos, pero que los contados con los dedos de la mano, valen oro.
Hace pocos días leí un artículo en el periódico en el que se informaba que en Bután se estableció el concepto de Felicidad Interior Bruta. Esta manera de ver la vida se tomó en relación con la filosofía budista que persigue intensificar el bienestar humano a partir de ciertos derechos y parámetros sociales que consiste en no interesarse tanto por los bienes materiales para encontrar la felicidad.
Infortunadamente vivimos en una sociedad que nos está bombardeando por todos los flancos diciéndonos que somos importantes por lo que tenemos y no por nuestros valores. Ya lo decía Fito Páez en su memorable canción Al lado del camino: " En tiempos en donde nadie escucha a nadie, en tiempos en donde todos contra todos, en tiempos de egoístas y mezquinos, en tiempo en donde siempre estamos solos, habrá que declararse incompetente en todas las materias del mercado, habrá que declararse un inocente o habrá que ser abyecto o desalmado..."
Yo la verdad le huyo a las etiquetas. En ocasiones siento que soy tan cruel como lo fue Hitler, pero en otras se me pone el corazón como gelatina de sólo evocar personas o situaciones. Pero de qué si soy feliz sin el dinero, creo que no y sé que debo trabajar por desintoxicarme de esa tendencia que nos hace cada vez más infelices. Buscamos afuera lo que debemos encontrar adentro.
Hoy es un día después de mi cumpleaños y la única certeza que me queda es que el reloj está marcando el tiempo en retroceso para llegar a la cita en que todos los seres , sin excepción, tenemos que llegar: a la muerte.
Después de asistir al ciclo de cine colombiano que promociona el Centro Colombo Americano durante esta semana, tuve la oportunidad de apreciar la película 180 segundos, del director caleño Alexander Giraldo.
Zico ( Manuel Sarmiento) es el líder de una banda de asaltantes que no pierden una. No han disparado un arma, no han dejado herido y hacen todas sus vueltas en menos de lo que canta un gallo. Entre los integrantes están su hermana Angélica, ( Angélica Blandón) con quien sueña viajar a Europa después del último golpe. Ella es sexy, pero también sentimental, ama a su hermano como a nadie en el mundo, sin embargo al involucrarse en una relación con el nuevo integrante de la banda su vida toma un giro inesperado, el Guajaro, ( Manuel Viveros) un negro con trenzas de temperamento festivo y Rincón ( Alejandro Aguilar) el recomendado de René ( Alejandro Buitrago) un punketo antiguo miembro de la banda que termina "encanao" y que llama desesperadamente a Zico para que lo saque de la " guandoca".
Todos estos personajes junto a Alzamendi, (Luis Fernando Montoya), el jefe de la unidad de alto crimen, Gigia, ( Ariel Martínez), policía de origen militar encargado de las investigaciones en la calle, entre otros hacen las delicias de esta historia con saltos en el tiempo con muchas referencias a películas como Perros de Reserva y Tiempos Violentos, ambas de Quentin Tarantino.
Disfruté de la trepidante narración, de la picardía del humor caleño, de los paisajes urbanos, pero sobre todo de la espectacular banda sonora conformada por canciones como "Amor `pa mí" de Sargento García, "ole, ole , ola!!, de Tres de corazón, o "Pa`bailar" de Superlitio, entre otras que le aportaron a la atmósfera de algunas escenas.
Sin embargo la inclusión de los personajes del Potro ( Jesús Valencia), Palermo ( Iván Jara) y Cíclope ( Diego Ramírez Hoyos) le quitan naturalidad a la historia. Sentí sus diálogos muy forzados al igual que sus interpretaciones. Al final se intenta sorprender al espectador con un gag que es demasiado evidente, pero de resto la historia se defiende por sí sola.
Con esta producción se evidencia que el camino del cine caleño está nutrido por un nueva cosecha de realizadores que están dejando el nombre de Colombia muy alto en los festivales internacionales.
Sí, ser calvo gordo y bajito se le convierte un conflicto a Antonio Farfán, un hombre de cuarenta seis años que trabaja en una notaría, es explotado por su hermano mayor, quien siempre le pide plata prestada que nunca devuelve, de igual manera las mujeres ni siquiera lo determinan y eso lo sumerge en una vida solitaria y aburrida llena de complejos e inseguridad. Esta película contiene no sólo una propuesta interesante desde su puesta en escena conocida como ANIMADOS CON ROSTOCOPIA DIGITAL, que consiste en animación sobre escenas filmadas, sino que también nos muestra una historia sencilla en donde es fácil que uno como espectador se sienta identificado con el drama del personaje. Esta película colombiana es la ópera prima del director Carlos Osuna y ya con esta cinta ha participado en el festival Bafici de Argentina, el Cannes de Francia, entre otros importantes certámenes. Con este filme se demuestra que en Colombia los feos somos mayoría y que el séptimo arte tiene cuerda para rato.
“ Yo
salía menos a la Sexta. Leopoldo no hacía otra cosa que presentarme amigos
fascinantes. LLegaban de USA y les hacíamos grandes rumbas. Oíamos música las
24 horas , porque uno con la cocaína no duerme. Acumulé una cultura
impresionante. Que no me vengan a decir que Brian Jones murió de
irresponsabilidad o flojera; ni siquiera de amor en vano. Las cosas no se dan
así como así. Murió fue de desencanto. El fue el que los unió a todos, el que
primero leyó música, el que les enseñó, el más fotogénico, el que se le medía a
todos los instrumentos raros: cítara, arpa, marimbas, toda clase de cuerdas y
de cobres, mellotrón, violoncello, mientras la lacra del Keith Richard no se
concentraba sino en el “ chacachaca”. Quería cantar él, monito bello. El que no
lo dejó fue el Jagger, que siempre fue exhibicionista. Luego vino la
imposibilidad de escribir para que un usurpador cantara, y el trabajo fuerte,
tanto concierto que es lo que más moneda da, tener en cuenta que el Jagger hizo
dos años de economía, y el peor golpe: una noche Keith Richard se encargó de Anita
Pallenberg, la pelada de Brian, a la que más quiso, usted la ve, de mirada como
de burletas, dientes grandes, yo no sé que le vio de bueno al Richard con su
diente cariado, hay mujeres que son muy brutas”.
Con
este fragmento de la novela “ Que Viva la
Música” de Andrés Caicedo quiero arrancar la propuesta acerca del rock que
inicié desde ayer en este blog.
La
relación que existe entre música y droga es muy estrecha, la investigadora
Rossana Reguillo lo explica de una mejor manera en su ensayo EL LUGAR DESDE LAS
MÁRGENES. MÚSICAS E IDENTIDADES JUVENILES: “ La relación que guarda el
“éxtasis” con el movimiento electrónico no es casual, ni producto tampoco del
azar que las drogas que frecuentan los jóvenes raztecas o adscritos al
movimiento reggae, sean las de origen natural como la marihuana (por la que
guardan especial respeto), el peyote o los hongos, que sólo consumen de acuerdo
a los ciclos de la naturaleza. Que los anarco – punks en su vertiente no straigth, recurran a la muy frecuente
mezcla de partes iguales de marihuana y cocaína, no puede entenderse haciendo
abstracción de sus visiones del mundo y de lo que entienden por propuestas de acción.
El dinamismo, el constante llamado a la acción y la exigencia de mantenerse
alerta, en una constante del movimiento anarco - punk. Acordes a esto, sus
músicas y las drogas que frecuentan acrecientan tanto el nivel de conciencia
como la actividad.
Mientras
que en el caso de los ravers, su
movimiento tiene una especial fascinación por la tecnología y sus músicas
detonan procesos corporales y mentales que suprimen la palabra y acrecienta la
percepción del propio cuerpo en relación con lo exterior. Las drogas sintéticas
también llamadas “
hiperreales” , agudizan la percepción sin provocar ( demasiados) trastornos de
psicomotricidad y generan mayor resistencia al desgaste físico al que estos “saltarines” se ven sometidos durante sus rituales colectivos.
Las
raztecas por su parte, cuyas músicas son , en lo general, un festejo a la vida
, al amor colectivo y un señalamiento crítico a la decadencia de este mundo que
ha olvidado los saberes primigenios, se envuelven en rituales colectivos que
demandan, paradójicamente, profunda introspección. Las drogas naturales,
vinculadas a tradiciones ancestrales y a rituales místicos, resultan un
vehículo ideal que ayuda a la exploración de los mundos interiores y sus
efectos de aletargamiento psicomotor y de abstracción de la realidad, no están
reñidas ni con la poca disposición de estos jóvenes a la acción, ni con sus
músicas.”
Confieso
que sólo una vez probé la marihuana en una fiesta universitaria y no me gustó.
Por tal razón podría decir que mi relación con las drogas es nula. Sin embargo
he asistido a varios eventos de rock, entre ellos uno de los más importantes de
nuestro país: Rock al Parque. Y no vamos a tapar el sol con un dedo. Allá
se huele la “maracachafa” en cada rincón.
Sé
que algunas personas cuestionan ese tipo de prácticas, por lo menos he visto
muchos espejos en que varios conocidos han caído en las drogas hasta tocar fondo y no se han
podido levantar, pero ese es un tema que no viene al caso, lo
que quiero plantear es que la relación que existe entre la música y la droga
tiene en muchos casos una connotación cultural. Es decir está amparado bajo un
ritual, un concepto, una filosofía de vida. De ahí que como explica Reguillo
cada género musical tiene su propio alucinógeno que de cierta manera le da
sentido a sus maneras de expresión. La mirada de un investigador no consiste en
juzgar sino en entender el contexto del que participa.
Caminaba
por un cementerio, pero no me sentía melancólico o asustado. Era un lugar
hermoso , agradable, lleno de paz. El lugar en el que uno querría descansar
eternamente si al morir no le incineraran. Entonces me puse a mirar todas las
tumba, todas. Ahí estaban Cobain, Morrison, Lennon, Hendrix y los demás. Tumbas
llenas de vida, ¿captais el contrasentido? Tumbas de colores, llenas de flores,
cubiertas de pintadas de arriba abajo, preñadas de la devoción de los
irreductibles, aunque en ese momento sólo yo estaba allí. Por el suelo casi
podían verse las huellas de todas las lágrimas derramadas a través del tiempo.
Las lágrimas de la legión de los desaparecidos y desheredados que aún gritaban y
se lamentaban . “ Kurt.maldito cabrón, te necesitábamos”, “ Jim se que estás
ahí en alguna parte, llámame”, Te quiero, John, espérame”, “ ¿Por qué te
fuiste, Jimi?” . Pintadas llenas de sentido y sentimientos.
Y no
sólo estaban las tumbas de los que se fueron sino de los que un día lo harían,
Clapton, Reed, Jagger, Bowie, Mc Cartney…
Todos
los hermanos , los colegas, los que valían algo y representaban algo descansaban allí por los siglos de los
siglos, juntos.
Todos
menos yo.
Ahí
estaba la cosa, que no encontré mi tumba.
Así
fue como supe que no iba a conseguirlo, que siempre sería una mierda.”
Con
este fragmento de la novela nunca seremos
estrellas de rock del escritor español Jordi Sierra arranco mi ensayo
acerca de este género como una manera de identidad.
Desde
que tengo uso de razón los acordes de las guitarras eléctricas me han seducido como
sirenas cantando al unísono. Recuerdo también en plena efervescencia de mis quince
años la asistencia a conciertos de grupos como Los Prisioneros, Toreros Muertos
o Miguel Mateos. Ahora ya más crecidito tuve la oportunidad de presenciar a
METALLICA en el Parque Simón Bolívar y a THE KILLERS en el Jaime Duque, ambos
en Bogotá.
Mi
relación con el rock ha sido estrecha. La lista sería interminable de mi
devoción que profeso esos seres que emanan un derroche de propuestas que en ocasiones
conjugan voces estridentes con un performance exótico.
Sin
embargo la música, como las demás expresiones artísticas, generan una relación
con el entorno, esas manifestaciones se revelan en la manera de hablar y en la
apariencia estética. De ahí que no sea casual ver a los metaleros con largas
cabelleras, tatuajes en su cuerpo, botas y correas con taches, de igual manera
a los punketos con sus crestas, porque en el fondo son grupos etnográficos que
se gestan con el objetivo de encontrar una identidad que los diferencie del
otro y de cierta manera les ofrezca un status.
En
mi caso tuve un acercamiento al rock para buscar un distanciamiento con el
bolero y el tango, que era la música que escuchaban mis padres. Y es ahí donde
la música se convierte en un grito de libertad que consistía en mi encuentro
con mi autonomía.
Y
para mí queda claro que la música no es un simple telón de fondo. Es el Sound
Track del guión de esa película que se llama mi vida. La verdad no me veo
llevándole una serenata a una mujer que pretenda con mariachis, ni parrandón
vallenato, ni mucho menos un trío. Siempre he soñado con decirle a unos cuantos
amigos músicos que toquen canciones de Fito, Charly o Cerati.
Vivimos
en ciudades violentas, con desigualdad social y el rock es el lenguaje con el
cual exploramos el mundo que nos toca y depende de esa mirada es que expresamos
lo que sentimos. Ya el maestro rosarino Fito Páez nos había dado una muestra con
Ciudad de Pobres Corazones: “ En esta
puta ciudad todo se incendia y se va, matan a pobres corazones …”
Y continuando con la idea de que la música es
una postura del mundo en el que desembocan modelos de representación, se forman
ciertos guetos que por lo general
producen cierta animadversión entre sí. Por mi parte no soporto a los reggaetoneros,
por la simple razón que sus letras no me
llegan, me parecen misóginas, en las que convierte a la mujer en un simple
objeto sexual.
“ Lo popular es en esta historia lo excluido : los que no tienen patrimonio” Con
esta frase del texto CULTURAS HÍBRIDAS
de Néstor García Canclini, uno de los investigadores más importantes en
América Latina en lo que corresponde a
la cultura, coincide con lo
que plantea la profesora e investigadora Rossana Reguillo en su
ensayo EL LUGAR DESDE LOS MÁRGENES.
MÚSICAS E IDENTIDADES JUVENILES: “ La
música es un vínculo con las identidades, no sólo de una manera de decir el
mundo, sino y principalmente, una manera de enfrentar la incertidumbre y los “ dilemas del yo” que
a decir de Giddens ( 1995;254), se caracterizan hoy por:
a)La unificación
frente a la fragmentación,
b)La impotencia
frente a la apropiación,
c)La autoridad
frente a la incertidumbre,
d)La experiencia
personalizada frente a la mercantilización.”
Fue un 6 de julio de 1962 que un ataque al corazón se llevó a uno de los maestros de la literatura universal. Al escritor estadounidense William Faulkner .Por tal razón en este año se conmemoran los 50 años de su muerte. Este autor de obras como " La Mansión" " El ruido y la furia" o " Cartas Escogidas" ha influido de manera contundente en la obra de autores tan representativos como Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa.
Por tal razón quise compartir esta entrevista que encontré en la red y que si mi memoria no está mal la vi en un libro en Bogotá como un especial de entrevistas que hizo el Paris Review a escritores famosos que acá lo tradujeron como El Oficio de escribir.
Espero la disfruten al leerla tanto como yo.
—¿Existe alguna fórmula que sea posible seguir para un buen novelista?
—99% de talento... 99% de ... 99% de trabajo. El novelista nunca debe sentirse satisfecho con lo que hace. Lo que se hace nunca es tan bueno como podría ser. Siempre hay que soñar y apuntar más alto de lo que uno puede apuntar. No preocuparse por ser mejor que sus contemporáneos o sus predecesores. Tratar de ser mejor que uno mismo. Un es una criatura impulsada por demonios. No sabe por qué ellos lo escogen y generalmente está demasiado ocupado para preguntárselo. Es completamente amoral en el sentido de que será capaz de robar, tomar prestado, mendigar o despojar a cualquiera y a todo el mundo con tal de realizar la obra.
—¿Quiere usted decir que el artista debe ser completamente despiadado?
—El artista es responsable sólo ante su obra. Será completamente despiadado si es un buen artista. Tiene un sueño, y ese sueño lo angustia tanto que debe librarse de él. Hasta entonces no tiene paz. Lo echa todo por la borda: el honor, el orgullo, la decencia, la seguridad, la felicidad, todo, con tal de escribir el libro. Si un artista tiene que robarle a su madre, no vacilará en hacerlo...
—Entonces la falta de seguridad, de felicidad, honor, etcétera, ¿sería un factor importante en la capacidad creadora del artista?
—No. Esas cosas sólo son importantes para su paz y su contento, y el arte no tiene nada que ver con la paz y el contento.
—Entonces, ¿cuál sería el mejor ambiente para un escritor?
—El arte tampoco tiene nada que ver con el ambiente; no le importa dónde está. Si usted se refiere a mí, el mejor empleo que jamás me ofrecieron fue el de administrador de un burdel. En mi opinión, ese es el mejor ambiente en que un artista puede trabajar. Goza de una perfecta libertad económica, está libre del temor y del hambre, dispone de un techo sobre su cabeza y no tiene nada qué hacer excepto llevar unas pocas cuentas sencillas e ir a pagarle una vez al mes a la policía local. El lugar está tranquilo durante la mañana, que es la mejor parte del día para trabajar. En las noches hay la suficiente actividad social como para que el artista no se aburra, si no le importa participar en ella; el trabajo da cierta posición social; no tiene nada qué hacer porque la encargada lleva los libros; todas las empleadas de la casa son mujeres, que lo tratarán con respeto y le dirán "señor". Todos los contrabandistas de licores de la localidad también le dirán "señor". Y él podrá tutearse con los policías. De modo, pues que el único ambiente que el artista necesita es toda la paz, toda la soledad y todo el placer que pueda obtener a un precio que no sea demasiado elevado. Un mal ambiente sólo le hará subir la presión sanguínea, al hacerle pasar más tiempo sintiéndose frustrado o indignado. Mi propia experiencia me ha enseñado que los instrumentos que necesito para mi oficio son papel, tabaco, comida y un poco de whisky.
—Usted mencionó la libertad económica. ¿La necesita el escritor?
—No. El escritor no necesita libertad económica. Todo lo que necesita es un lápiz y un poco de papel. Que yo sepa nunca se ha escrito nada bueno como consecuencia de aceptar dinero regalado. El buen escritor nunca recurre a una fundación. Está demasiado ocupado escribiendo algo. Si no es bueno de veras, se engaña diciéndose que carece de tiempo o de libertad económica. El buen arte puede ser producido por ladrones, contrabandistas de licores o cuatreros. La gente realmente teme descubrir exactamente cuántas penurias y pobreza es capaz de soportar. Y a todos les asusta descubrir cuán duros pueden ser. Nada puede destruir al buen escritor. Lo único que puede alterar al buen escritor es la muerte. Los que son buenos no se preocupan por tener éxito o por hacerse ricos. El éxito es femenino e igual que una mujer: si uno se le humilla, le pasa por encima. De modo, pues, que la mejor manera de tratarla es mostrándole el puño. Entonces tal vez la que se humille será ella.
—¿Trabajar para el cine es perjudicial para su propia obra de escritor?
—Nada puede perjudicar la obra de un hombre si éste es un escritor de primera, nada podrá ayudarlo mucho. El problema no existe si el escritor no es de primera, porque ya habrá vendido su alma por una piscina.
—Usted dice que el escritor debe transigir cuando trabaja para el cine. ¿Y en cuanto a su propia obra? ¿Tiene alguna obligación con el lector?
—Su obligación es hacer su obra lo mejor que pueda hacerla; cualquier obligación que le quede después de eso, puede gastarla como le venga la gana. Yo, por mi parte, estoy demasiado ocupado para preocuparme por el público. No tengo tiempo para pensar quién me lee. No me interesa la opinión de Juan Lector sobre mi obra ni sobre la de cualquier otro escritor. La norma que tengo que cumplir es la mía, y esa es la que me hace sentir como me siento cuando leo La tentación de Saint Antoine o el Antiguo Testamento. Me hace sentir bien, del mismo modo que observar un pájaro me hace sentir bien. Si reencarnara, sabe usted, me gustaría volver a vivir como un zopilote. Nadie lo odia, ni lo envidia, ni lo quiere, ni lo necesita. Nadie se mete con él, nunca está en peligro y puede comer cualquier cosa.
—¿Qué técnica utiliza para cumplir su norma?
—Si el escritor está interesado en la técnica, más le vale dedicarse a la cirugía o a colocar ladrillos. Para escribir una obra no hay ningún recurso mecánico, ningún atajo. El escritor joven que siga una teoría es un tonto. Uno tiene que enseñarse por medio de sus propios errores; la gente sólo aprende a través del error. El buen artista cree que nadie sabe lo bastante para darle consejos. tiene una vanidad suprema. No importa cuánto admire al escritor viejo, quiere superarlo.
—Entonces, ¿usted niega la validez de la técnica?
—De ninguna manera. Algunas veces la técnica arremete y se apodera del sueño antes que el propio escritor pueda aprehenderlo. Eso es tour de force y la obra terminada es simplemente cuestión de juntar bien los ladrillos, puesto que el escritor probablemente conoce cada una de las palabras que va a usar hasta el fin de la obra antes de escribir la primera. Eso sucedió con Mientras agonizo. No fue fácil. Ningún trabajo honrado lo es. Fue sencillo en cuanto que todo el material estaba ya a la mano. La composición de la obra me llevó sólo unas seis semanas en el tiempo libre que me dejaba un empleo de doce horas al día haciendo trabajo manual. Sencillamente me imaginé un grupo de personas y las sometí a las catástrofes naturales universales, que son la inundación y el fuego, con una motivación natural simple que le diera dirección a su desarrollo. Pero cuando la técnica no interviene, escribir es también más fácil en otro sentido. Porque en mi caso siempre hay un punto en el libro en el que los propios personajes se levantan y toman el mando y completan el trabajo. Eso sucede, digamos, alrededor de la página 275. Claro está que yo no sé lo que sucedería si terminara el libro en la página 274. La cualidad que un artista debe poseer es la objetividad al juzgar su obra, más la honradez y el valor de no engañarse al respecto. Puesto que ninguna de mis obras ha satisfecho mis propias normas, debo juzgarlas sobre la base de aquélla que me causó la mayor aflicción y angustia del mismo modo que la madre ama al hijo que se convirtió en ladrón o asesino más que al que se convirtió en sacerdote.
—¿Ofrece ventajas artísticas el componer la novela en forma de alegoría, como la alegoría cristiana que usted utilizó en Una fábula?
—La misma ventaja que representa para el carpintero construir esquinas cuadradas al construir una casa cuadrada. En Una fábula, la alegoría cristiana era la alegoría indicada en esa historia particular, del mismo modo que una esquina cuadrada oblonga es la esquina indicada para construir una casa rectangular oblonga.
—¿Quiere decir que un artista puede usar el cristianismo simplemente como cualquier otra herramienta, de la misma manera que un carpintero tomaría prestado un martillo?
—Al carpintero del que estamos hablando nunca le falta ese martillo. A nadie le falta cristianismo, si nos ponemos de acuerdo en cuanto al significado que le damos a la palabra. Se trata del código de conducta individual de cada persona, por medio del cual ésta se hace un ser humano superior al que su naturaleza quiere que sea si la persona sólo obedece a su naturaleza. Cualquiera que sea su símbolo —la cruz o la media luna o lo que fuere—, ese símbolo es para el hombre el recordatorio de su deber como miembro de la raza humana. Sus diversas alegorías son los modelos con los que se mide a sí mismo y aprende a conocerse. La alegoría no puede enseñar al hombre a ser bueno del mismo modo que el libro de texto le enseña matemáticas. Le enseña cómo descubrirse a sí mismo, cómo hacerse de un código moral y de una norma dentro de sus capacidades y aspiraciones al proporcionarle un ejemplo incomparable de sufrimiento y sacrificio y la promesa de una esperanza. Los escritores siempre se han nutrido, y siempre se nutrirán de las alegorías de la conciencia moral, por la razón de que las alegorías son incomparables: los tres hombres de Moby Dick, que representan la trinidad de la conciencia: no saber nada, saber y no preocuparse, y saber y preocuparse. La misma trinidad está representada en Una fábula por el viejo aviador judío, que dice "Esto es terrible. Me niego a aceptarlo, aun cuando deba rechazar la vida para hacerlo"; el viejo cuartelmaestre francés, que dice: "Esto es terrible, pero podemos llorar y soportarlo"; y el mismo mensajero del batallón inglés que dice: "Esto es terrible, voy a hacer algo para remediarlo".
—¿Qué porción de sus obras se basan en la experiencia personal?
—No sabría decirlo. Nunca he hecho la cuenta, porque la "porción" no tiene importancia. Un escritor necesita tres cosas: experiencia, observación e imaginación. Cualesquiera dos de ellas, y a veces una puede suplir la falta de las otras dos. En mi caso, una historia generalmente comienza con una sola idea, un solo recuerdo o una sola imagen mental. La composición de la historia es simplemente cuestión de trabajar hasta el momento de explicar por qué ocurrió la historia o qué otras cosas hizo ocurrir a continuación. Un escritor trata de crear personas creíbles en situaciones conmovedoras creíbles de la manera más conmovedora que pueda. Obviamente, debe utilizar, como uno de sus instrumentos, el ambiente que conoce. Yo diría que la música es el medio más fácil de expresarse, puesto que fue el primero que se produjo en la experiencia y en la historia del hombre. Pero puesto que mi talento reside en las palabras, debo tratar de expresar torpemente en palabras lo que la música pura habría expresado mejor. Es decir, que la música lo expresaría mejor y más simplemente, pero yo prefiero usar palabras, del mismo modo que prefiero leer a escuchar. Prefiero el silencio al sonido, y la imagen producida por las palabras ocurre en el silencio. Es decir, que el trueno y la música de la prosa tienen lugar en el silencio.
—Usted dijo que la experiencia, la observación y la imaginación son importantes para el escritor. ¿Incluiría usted la inspiración?
—Yo no sé nada sobre la inspiración, porque no sé lo que es eso. La he oído mencionar, pero nunca la he visto.
—Se dice que usted como escritor está obsesionado por la violencia.
—Eso es como decir que el carpintero está obsesionado con su martillo. La violencia es simplemente una de las herramientas del carpintero (sic). El escritor, al igual que el carpintero, no puede construir con una sola herramienta.
—¿Puede usted decir cómo empezó su carrera de escritor?
—Yo vivía en Nueva Orleáns, trabajando en lo que fuera necesario para ganar un poco de dinero de vez en cuando. Conocí a Sherwood Anderson. Por las tardes solíamos caminar por la ciudad y hablar con la gente. Por las noches volvíamos a reunirnos y nos tomábamos una o dos botellas mientras él hablaba y yo escuchaba. Antes del mediodía nunca lo veía. Él estaba encerrado, escribiendo. Al día siguiente volvíamos a hacer lo mismo. Yo decidí que si esa era la vida de un escritor, entonces eso era lo mío y me puse a escribir mi primer libro. En seguida descubrí que escribir era una ocupación divertida. Incluso me olvidé de que no había visto al señor Anderson durante tres semanas, hasta que él tocó a mi puerta —era la primera vez que venía a verme— y me preguntó: "¿Qué sucede? ¿Está usted enojado conmigo?". Le dije que estaba escribiendo un libro. El dijo: "Dios mío", y se fue. Cuando terminé el libro, La paga de los soldados, me encontré con la señora Anderson en la calle. Me preguntó cómo iba el libro y le dije que ya lo había terminado. Ella me dijo: "Sherwood dice que está dispuesto a hacer un trato con usted. Si usted no le pide que lea los originales. él le dirá a su editor que acepte el libro". Yo le dije "trato hecho", y así fue como me hice escritor.
—¿Qué tipo de trabajo hacía usted para ganar ese "poco dinero de vez en cuando"?
—Lo que se presentara. Yo podía hacer un poco de casi cualquier cosa: manejar lanchas, pintar casas, pilotar aviones. Nunca necesitábamos mucho dinero porque entonces la vida era barata en Nueva Orleáns, y todo lo que quería era un lugar donde dormir, un poco de comida, tabaco y whisky. Había muchas cosas que yo podía hacer durante dos o tres días a fin de ganar suficiente dinero para vivir el resto del mes. Yo soy, por temperamento, un vagabundo y un golfo. El dinero no me interesa tanto como para forzarme a trabajar para ganarlo. En mi opinión, es una vergüenza que haya tanto trabajo en el mundo. Una de las cosas más tristes es que lo único que un hombre puede hacer durante ocho horas, día tras día, es trabajar. No se puede comer ocho horas, ni beber ocho horas diarias, ni hacer el amor ocho horas... lo único que se puede hacer durante ocho horas es trabajar. Y esa es la razón de que el hombre se haga tan desdichado e infeliz a sí mismo y a todos los demás.
—Usted debe sentirse en deuda con Sherwood Anderson, pero, ¿qué juicio le merece como escritor?
—Él fue el padre de mi generación de escritores norteamericanos y de la tradición literaria norteamericana que nuestros sucesores llevarán adelante. Anderson nunca ha sido valorado como se merece. Dreiser es su hermano mayor y Mark Twain el padre de ambos.
—Y, ¿en cuanto a los escritores europeos de ese período?
—Los dos grandes hombres de mi tiempo fueron Mann y Joyce. Uno debe acercarse al Ulysses de Joyce como el bautista analfabeto al Antiguo Testamento: con fe.
—¿Lee usted a sus contemporáneos?
—No; los libros que leo son los que conocí y amé cuando era joven y a los que vuelvo como se vuelve a los viejos amigos: El Antiguo Testamento, Dickens, Conrad, Cervantes... leo el Quijote todos los años, como algunas personas leen la Biblia. Flaubert, Balzac —éste último creó un mundo propio intacto, una corriente sanguínea que fluye a lo largo de veinte libros—, Dostoyevsky, Tolstoy, Shakespeare. Leo a Melville ocasionalmente y entre los poetas a Marlowe, Campion, Jonson, Herrik, Donne, Keats y Shelley. Todavía leo a Housman. He leído estos libros tantas veces que no siempre empiezo en la primera página para seguir leyendo hasta el final. Sólo leo una escena, o algo sobre un personaje, del mismo modo que uno se encuentra con un amigo y conversa con él durante unos minutos.
—¿Y Freud?
—Todo el mundo hablaba de Freud cuando yo vivía en Nueva Orleáns, pero nunca lo he leído. Shakespeare tampoco lo leyó y dudo que Melville lo haya hecho, y estoy seguro de que Moby Dick tampoco.
—¿Lee usted novelas policíacas?
—Leo a Simenon porque me recuerda algo de Chéjov.
—¿Y sus personajes favoritos?
—Mis personajes favoritos son Sarah Gamp: una mujer cruel y despiadada, una borracha oportunista, indigna de confianza, en la mayor parte de su carácter era mala, pero cuando menos era un carácter; la señora Harris, Falstaf, el Príncipe Hall, don Quijote y Sancho, por supuesto. A lady Macbeth siempre la admiro. Y a Bottom, Ofelia y Mercucio. Este último y la señora Gamp se enfrentaron con la vida, no pidieron favores, no gimotearon. Huckleberry Finn, por supuesto, y Jim. Tom Sawyer nunca me gustó mucho: un mentecato. Ah, bueno, y me gusta Sut Logingood, de un libro escrito por George Harris en 1840 o 1850 en las montañas de Tennesse. Lovingood no se hacía ilusiones consigo mismo, hacía lo mejor que podía; en ciertas ocasiones era un cobarde y sabía que lo era y no se avergonzaba; nunca culpaba a nadie por sus desgracias y nunca maldecía a Dios por ellas.
—Y, ¿en cuanto a la función de los críticos?
—El artista no tiene tiempo para escuchar a los críticos. Los que quieren ser escritores leen las críticas, los que quieren escribir no tienen tiempo para leerlas. El crítico también está tratando de decir: "Yo pasé por aquí". La finalidad de su función no es el artista mismo. El artista está un peldaño por encima del crítico, porque el artista escribe algo que moverá al crítico. El crítico escribe algo que moverá a todo el mundo menos al artista.
—Entonces, ¿usted nunca siente la necesidad de discutir sobre su obra con alguien?
—No; estoy demasiado ocupado escribiéndola. Mi obra tiene que complacerme a mí, y si me complace entonces no tengo necesidad de hablar sobre ella. Si no me complace, hablar sobre ella no la hará mejor, puesto que lo único que podrá mejorarla será trabajar más en ella. Yo no soy un literato; sólo soy un escritor. No me da gusto hablar de los problemas del oficio.
—Los críticos sostienen que las relaciones familiares son centrales en sus novelas.
—Esa es una opinión y, como ya le dije, yo no leo a los críticos. Dudo que un hombre que está tratando de escribir sobre la gente esté más interesado en sus relaciones familiares que en la forma de sus narices, a menos que ello sea necesario para ayudar al desarrollo de la historia. Si el escritor se concentra en lo que sí necesita interesarse, que es la verdad y el corazón humano, no le quedará mucho tiempo para otras cosas, como las ideas y hechos tales como la forma de las narices o las relaciones familiares, puesto que en mi opinión las ideas y los hechos tienen muy poca relación con la verdad.
—Los críticos también sugieren que sus personajes nunca eligen conscientemente entre el bien y el mal.
—A la vida no le interesa el bien y el mal. Don Quijote elegía constantemente entre el bien y el mal, pero elegía en su estado de sueño. Estaba loco. Entraba en la realidad sólo cuando estaba tan ocupado bregando con la gente que no tenía tiempo para distinguir entre el bien y el mal. Puesto que los seres humanos sólo existen en la vida, tienen que dedicar su tiempo simplemente a estar vivos. La vida es movimiento y el movimiento tiene que ver con lo que hace moverse al hombre, que es la ambición, el poder, el placer. El tiempo que un hombre puede dedicarle a la moralidad, tiene que quitárselo forzosamente al movimiento del que él mismo es parte. Está obligado a elegir entre el bien y el mal tarde o temprano, porque la conciencia moral se lo exige a fin de que pueda vivir consigo mismo el día de mañana. Su conciencia moral es la maldición que tiene que aceptar de los dioses para obtener de éstos el derecho a soñar.
—¿Podría usted explicar mejor lo que entiende por movimiento en relación con el artista?
—La finalidad de todo artista es detener el movimiento que es la vida, por medios artificiales y mantenerlo fijo de suerte que cien años después, cuando un extraño lo contemple, vuelva a moverse en virtud de qué es la vida. Puesto que el hombre es mortal, la única inmortalidad que le es posible es dejar tras de sí algo que sea inmortal porque siempre se moverá. Esa es la manera que tiene el artista de escribir "Yo estuve aquí" en el muro de la desaparición final e irrevocable que algún día tendrá que sufrir.
—Malcom Cowley ha dicho que sus personajes tienen una conciencia de sumisión a su destino.
—Esa es su opinión. Yo diría que algunos la tienen y otros no, como los personajes de todo el mundo. Yo diría que Lena Grove en Luz de agosto se entendió bastante bien con la suya. Para ella no era realmente importante en su destino que su hombre fuera Lucas Birch o no. Su destino era tener un marido e hijos y ella lo sabía, de modo que fue y los tuvo sin pedirle ayuda a nadie. Ella era la capitana de su propia alma. Uno de los parlamentos más serenos y sensatos que yo he escuchado fue cuando ella le dijo a Byron Bunch en el instante mismo de rechazar su intento final, desesperado, desesperanzado, de violarla, "¿No te da vergüenza? ¡Podías haber despertado al niño!". No se sintió confundida, asustada ni alarmada por un solo momento. Ni siquiera sabía que no necesitaba compasión. Su último parlamento, por ejemplo: "No llevo viajando más que un mes y ya estoy en Tennesse. Vaya, vaya, cómo rueda uno". La familia Brunden, en Mientras agonizo, se las arregló bastante bien con su destino. El padre, después de perder a su esposa, necesitaba naturalmente otra, así que se la buscó. De un solo golpe no sólo reemplazó a la cocinera de la familia, sino que adquirió un fonógrafo para darles gusto a todos mientras descansaban. La hija embarazada no logró deshacerse de su problema esa vez, pero no se descorazonó. Lo intentó nuevamente, y aun cuando todos los intentos fracasaron, al fin y al cabo no fue más que otro bebé.
Confieso que no tenía muchas expectativas acerca de esta película. Pero al salir de la sala me encantó. VALIENTE cuenta la historia de Mérida, una princesa escocesa que lucha por no sucumbir a los designios de su madre quien desea convertirla en una dama de finos modales. Ella sueña con ir a la batalla como su padre, por tal razón le pide a una anciana bruja que le prepare un hechizo para que su madre cambie. Pero lo que logra es convertir a la reina en una osa gigante. De ahí en adelante los conflictos no se hacen esperar y la aventura que tiene que vivir Mérida para deshacer el encanto fortalece la relación madre e hija.
Aunque aparentemente el público objetivo de esta historia sean chicas adolescentes, me pareció que es una buena apuesta por el mensaje que deja alrededor de los valores familiares. Aquí la valentía se trata de tomar decisiones en la vida que sean honestas. Nosotros a la final somos los que sabemos lo que deseamos en nuestra existencia y depende de esa convicción tomamos las determinaciones que en ocasiones nos confrontan con nuestra familia y ejemplos en la vida cotidiana hay muchos: el chico que decide ser artista contradiciendo el sueño de los padres quienes ven en su hijo a un alto ejecutivo, o la persona que sale del clóset y se enfrenta a los comentarios de una sociedad pacata e hipócrita. En fin para ser valiente no se necesita sólo de un arco o una flecha. Para ser valiente se necesita creer en uno mismo.