Hoy me senté en el antejardín
de la casa en plena avenida octava con
cuarenta y seis en el barrio El Bosque
al norte de la ciudad, lugar que he habitado la mayor parte de mi vida. Un
árbol de aguacate protege la vivienda del sopor de la tarde. Mientras la brisa
refresca mi cuerpo, observo como los chicos de una escuela pública transitan
con cierta parsimonia, otros más apurados se desplazan como pasajeros en
motocicletas de “piratas” que a falta de parches y pata de palo, cargan su
casco y sus gafas oscuras en los días de sol. En el resto de la tarde la podría describir como una calle tranquila.
La calle como tal es
inclinada. Desemboca en un puente que sirve como frontera entre el Bosque y La
Campiña. Ahora han instaurado a unos policías
bachilleres que se la pasan coqueteándole a las muchachas que transitan el sector.
Esta calle también la
recorre Don Néstor, un sexagenario que hace las
veces de celador. Él con su traje azul celeste y su desvencijada
bicicleta recorre de manera pausada toda una manzana. La primera vez que lo vi
pasar, escuché una canción del Charrito
Negro y la segunda vez un locutor con voz engolada le toma el pelo a
una oyente y le hace insinuaciones con
doble sentido. El pobre Néstor ni se inmuta, en su rostro veo una mirada
triste, como si fuera un zombie.
Lo que antes fueron casas amplias, ahora en su mayoría son
edificios con personas que ya ni siquiera conozco. A lo lejos alcanzo a escuchar
el pregonar de la negra Carmen. En cuestión
de minutos ella aparece con sus uno setenta de de estatura, su toalla
amarrada en la cabeza, que le sirve para apoyar su platón y una potencia en la voz que emite con su particular
: ¡ Aguacaaatre!
También evoqué las tardes en
esa calle en donde aprendí a montar bicicleta. Esa Arbar plateada fue el
Bucéfalo o el Rocinante que me enseñó, cada vez que perdía el equilibrio, a conocer como sabe el pavimento.
En este antejardín mi padre
pasaba sus tardes llenando crucigramas, saludando a cuanta persona pasara. Hoy
yo estoy ocupando su lugar. Sentado en un muro, esperando probablemente que la
parca también pase por mí.
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