A mí, desde muy temprana edad me ha gustado el rock, si le busco una explicación la verdad no la encuentro, tomando en cuenta que mis padres han sido seguidores de Daniel Santos y la Sonora Matancera , el bolero ‘Madrigal’ y últimamente un hermano me aturde con los vallenatos, mientras mi sobrina con el reguetón. En fin si de gustos musicales se trata, mi familia equivale a una visita a un restaurante en donde cada quien pide a la carta. Y eso no está mal, a lo que quiero llegar con este cuestionamiento es descubrir, quien fue la persona que influyó en mis apetencias rítmicas.
En lo que a cine respecta, recuerdo que mis padres me llevaban a ver en la pantalla grande alguna película mejicana como ‘ El niño y el toro’ o las de Walt Disney, igualmente aparecen ráfagas de imágenes en mi mente en que cada tarde mis progenitores aparecían en casa, después de su jornada laboral, con una revista de historietas del Santo, Kalimán o Arandú. Pero musicalmente no recuerdo escuchar de mis allegados algún indicio de The Beatles o The Rolling Stones, quienes eran los que prendían la ola rockera en la década del setenta.
A través de mis lecturas descubrí que un personaje, el cual se convirtió en un mito de la ciudad, gustaba del rock, pero curiosamente también de la salsa, de ese ritmo con ‘tumbao’ y golpe que insita a bailar hasta al más casto. Se trata de Andrés Caicedo, aquel joven escritor que narró a través de novelas como “¡Que viva la música!” o “ El Atravesado” , toda su visión de una Cali ambientada por la droga, los amigos y el amor. Caicedo Estela, se suicidó a la edad de veinticinco años dejando todo un legado literario representado en cuentos, guiones cinematográficos, revistas de crítica sobre el séptimo arte y piezas teatrales, entre otros géneros. Igualmente incursionó como actor bajo la tutoría de Enrique Buenaventura en el TEC,(Teatro Experimental de Cali). Fue gran amigo de los que en ese entonces producían cine en “ La Sucursal del cielo” y que hoy son los reconocidos directores Carlos Mayolo y Luis Ospina. Sin embargo de Andrés, sólo vine a saber en mis años de colegio, así que queda descartado de tajo.
Por el momento seguiré como un detective privado siguiéndole la pista al culpable de inyectar en mí el gusto por ese majestuoso género musical que cada vez que lo escucho hace brotar mis venas y exorciza cualquier amago de depresión. Espero encontrarlo para darle un abrazo y expresarle toda mi gratitud.
En lo que a cine respecta, recuerdo que mis padres me llevaban a ver en la pantalla grande alguna película mejicana como ‘ El niño y el toro’ o las de Walt Disney, igualmente aparecen ráfagas de imágenes en mi mente en que cada tarde mis progenitores aparecían en casa, después de su jornada laboral, con una revista de historietas del Santo, Kalimán o Arandú. Pero musicalmente no recuerdo escuchar de mis allegados algún indicio de The Beatles o The Rolling Stones, quienes eran los que prendían la ola rockera en la década del setenta.
A través de mis lecturas descubrí que un personaje, el cual se convirtió en un mito de la ciudad, gustaba del rock, pero curiosamente también de la salsa, de ese ritmo con ‘tumbao’ y golpe que insita a bailar hasta al más casto. Se trata de Andrés Caicedo, aquel joven escritor que narró a través de novelas como “¡Que viva la música!” o “ El Atravesado” , toda su visión de una Cali ambientada por la droga, los amigos y el amor. Caicedo Estela, se suicidó a la edad de veinticinco años dejando todo un legado literario representado en cuentos, guiones cinematográficos, revistas de crítica sobre el séptimo arte y piezas teatrales, entre otros géneros. Igualmente incursionó como actor bajo la tutoría de Enrique Buenaventura en el TEC,(Teatro Experimental de Cali). Fue gran amigo de los que en ese entonces producían cine en “ La Sucursal del cielo” y que hoy son los reconocidos directores Carlos Mayolo y Luis Ospina. Sin embargo de Andrés, sólo vine a saber en mis años de colegio, así que queda descartado de tajo.
Por el momento seguiré como un detective privado siguiéndole la pista al culpable de inyectar en mí el gusto por ese majestuoso género musical que cada vez que lo escucho hace brotar mis venas y exorciza cualquier amago de depresión. Espero encontrarlo para darle un abrazo y expresarle toda mi gratitud.
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